La espada de Damocles

En muchas ocasiones se ha dicho que México es el patio trasero de los Estados Unidos y es muy cierto pero lo peor de todo literal el criterio que se comparte entre los ciudadanos pero no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre.

Nada más por mencionar un ejemplo de ello están los carros conocidos como “chocolates”, que son aquellos vehículos chatarras contaminantes que son introducidos ilegalmente a nuestro país y que para EU representan carros inservibles fuera de circulación por no cumplir las normativas mínimas para poder circular en las calles, carreteras y autopistas Freeway.

Pero no solo basta con aquellas unidades introducidas de manera ilegal sino lo mismo sucede con aquellos medios de transportes permitidos de acuerdo al Tratado de Libre Comercio entre México y Estados Unidos serán modelos que tengan 10 años de antigüedad. Condiciones que para ser un vehículo procedente de allá más que los años son los kilómetros recorridos y sus condiciones que de acuerdo a los estándares estadounidenses representan un peligro contaminante.

Si esto no es suficiente para considerar que las autoridades estadounidenses nos consideran como el patio trasero y las autoridades mexicanas lo permiten o se hacen ojo de hormiga. En 1984 la revista Proceso hace una publicación en donde hacen del conocimiento no solo a la población sino a las autoridades sobre la amenaza de los mantos acuíferos mexicanos con una nota informativa: “A 200 kilómetros de la frontera mexicana, en Los Médanos, Nuevo México, a 38 kilómetros de Carisbad, el gobierno de Estados Unidos está construyendo el mayor depósito “permanente” de desechos nucleares que se haya proyectado en la historia y que empezará a recibir desperdicios en 1987….desperdicios nucleares provenientes de submarinos impulsados con energía nuclear, armas y otros implementos militares….según el Departamento de Energía de Estados Unidos no ofrecen peligro de inestabilidad desde el punto de vista sísmico”.

Y la nota continua con la información sin embargo en ese entonces no hizo nada al respecto, sino una total indiferencia por parte de las autoridades mexicanas y unos años después en una publicación de la revista coahuilense “ReportajeSip”, publica que a tan solo 24 kilómetros del Río Pecos, afluente principal del Bravo (Grande del Norte), muy cercano a los mantos acuíferos de la Acuña, Coahuila; el gobierno norteamericano depositó unos 175 mil metros cúbicos de residuo transuránicos, entre ellos plutonio 238, 239, 240, 241, 242 y estroncio 90.

En resumen éstos son de los más mortales elementos radioactivos que se generan dentro de los reactores nucleares. Además ahí se depositaron en cámaras subterráneas, a unos 650 metros de profundidad, arsénico, cadmio, selenio, acetona, cromo, mercurio, plomo, benceno, cianuro, americio 241, bario 137, cesio 13, cobalto 60 e Itrio 90.

Todo un cóctel listo para provocar cáncer, malformaciones genéticas y su exposición a la vida, aunque sea momentánea, causa la muerte.

Estos desechos se depositaron ya en el Waste Isolation Pilot Plant (WIPP), en Carsban, Nuevo México muy cerca de Texas.

En aquel año quienes denunciaron estos hechos durante una visita realizada en Acuña, Coahuila, Felix L. Pérez de la Alianza Internacional de Ecologistas del Bravo, y Deborah W. Reade, de Citizens for Alternatives to Radiation Dumping, denunciaron que éste confinamiento era una “espada de Damocles” para seis millones de personas aproximadamente en aquellos años que radicaban en la frontera común México-Estados Unidos, río abajo.

Unos 60 millones de Americanos, casi un cuarto de la población de Estados Unidos, con un radio dentro de las 50 millas de los sitios de almacenamiento nuclear, relacionados con el sector militar contaminándose por los mantos acuíferos y la exposición en su traslado de material nuclear.

El 6 de febrero de 1997 en el New York Times el Departamento de Energía de los Estados Unidos declara que ese número será reducido a 4 millones de personas. Declaración que nadie entendió a qué se refería o cómo se reduciría, cuando el daño ya estaba hecho.

El ex alcalde de Acuña, Eduardo Ramón Valdés quien le tocó vivir aquella situación solamente se quedó en puras llamaradas de petate al anunciar que solicitaría el apoyo del gobierno de Coahuila y del gobierno Federal para hacerle frente común contra ese y otros confinamientos de esa naturaleza que no son para nada signos de amistad entre buenos vecinos, palabras elocuentes que se quedaron plasmados en la historia mientras que la espada de Damocles sigue suspendido sobre la cabeza de coahuilenses de Acuña y quienes habitan en la frontera de Texas. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

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