Guillermo Robles Ramírez

Es un dilema nutrirnos bien

Por Guillermo Robles Ramírez

            Nadie puede negar que la gastronomía de nuestro país se encuentra dentro de los mejores lugares a nivel internacional. Tenemos una gran variedad de platillos en diferentes comunidades, aunque sean de la misma entidad federativa e incluso hasta puede variar los nombres de los platillos, aunque sean muy similares o iguales.

            Un ejemplo de ello se encuentra en la capital de Coahuila en donde una simple torta de frijoles con queso gratinado es precisamente eso, es decir, una torta. Pero ese mismo alimento y presentación en la ciudad de Torreón se les conoce como “moyetes”.

             También en las entidades federativas que colindan con los Estados Unidos se han ido fundiendo gastronomía estadunidense con la mexicana y en otras influyendo en ellas.

            En el centro del país, donde la cultura gastronómica es mucho más rica, cualquier torta de la esquina les unta ambos aderezos a los panes, adiciona frijoles y aguacate, acomoda la lechuga, jitomates y cebolla, chiles en escabeche, queso panela o fresco y luego entonces preguntan al comensal: “Ahora sí marchantito, ¿de qué va querer su torta? Tenemos de pierna, milanesa, jamón, huevo y bistec, o cubana si la prefiere”.

            La barbacoa norteña se hace de labio principalmente y rara vez de carnero. Es más rica cuando se acompaña de una helada cerveza. En el sur, no hay barbacoa sin berros o pápalo y tortillas verdes con salsa habanera. En fin.

            Así entonces, aquí no sólo comemos pocos alimentos, sino además mal balanceados.

            Hace unos años autoridades de salud concluyeron un estudio de la cruda realidad de que nuestros hijos están mal alimentados y tienden al sobrepeso. Esta triste situación debe prender focos rojos al sector salud, en su parte de medicina preventiva.

            No sería de extrañarse que dentro de unos cuantos años salga un anuncio gubernamental que prohíba la venta de comida chatarra en las escuelas, aunque es bien sabido que la mayoría de los puestos pertenece a la sociedad de padres de familia.

            Los mercados han intentado infructuosamente de enriquecer nuestra cocina norteña. En algunos supermercados se vende flor de calabaza, espárragos, alcachofas y epazote. Algunas personas los demandan porque no son de aquí, pero es común ver cómo se rescatan en los anaqueles.

            Nuestra pobre cultura será difícil de cambiar, pero realmente si vamos con el mejor nutriólogo o que la campaña preventiva de las autoridades dentro de sus comedores en los diferentes programas estén basados con una rigurosa calidad soportada con especialistas de la nutrición, hay una gran interrogante será suficiente para estar bien nutridos.

            Acaso el mejor de los vegetarianos logra ese objetivo, o comprador compulsivo de comida orgánica cree que está obteniendo la mejor nutrición y balance en nutrientes en su cuerpo. Además, que para poder llevar una dieta supervisada se requiere tener poder adquisitivo.

            Posiblemente para quienes sean gente de mi generación hacia atrás, puedan recordar en su infancia cuando se tenía el antojo de mango, la respuesta que siempre se recibía y no por falta de presupuesto: “No es temporada”, y en la actualidad existe durante todo el año cualquier fruta sea o no de temporada en cualquier supermercado.

            Se piensa falsamente que entre más grande está la fruta o legumbre posee más nutrientes, pero le puedo apostar a cualquiera que, si alguien planta lo mismo en su jardín, seguramente saldrá un tomatito del tamaño de una pelota de golf y no aquellos “tomatotes” que muy apenas se pueden agarrar con una sola mano.

            En la actualidad el problema ya no radica en los alimentos o dietas balanceadas por nutriólogos que además de hacerte gastar dinero en sus consultas también es un dineral para comprar los alimentos adecuados y sin obtener los resultados que se buscan. Y por la sencilla razón de que la población rebasó la demanda de alimentos y obviamente todos aquellos cultivos son tratados con químicos para tener esos tamaños, y pesticidas. Al igual que el ganado inyectado con esteroides para engorda o las pobres gallinas que no paran de hacer huevos a “huevo” con químicos.

            Toda cadena de proceso nos lleva a una sola conclusión que los alimentos ya no tienen los nutrientes pues han sido alterados y afectados que una vez ingeridos el organismo recibe una baja calidad de comida siendo imposible que el cuerpo humano pueda absorber por medio de sus enzimas y llevar los nutrientes a los diferentes órganos del cuerpo, y como defensa ante cuerpos extraños dentro del organismo los envuelve en una capa de grasa por consiguiente acumulándose en esa panza saltona de nuestros hijos y de uno mismo.

            Desde esta óptica solo deja más dudas sobre qué es una dieta bien balanceada y que tenga nutrientes cuando los mismos alimentos se encuentran demasiados procesados teniendo como única manera de complementarlo es comprando los nutrientes en pastillas como lo es la venta de vitaminas, minerales, etc. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018) www.intersip.org

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