Guillermo Robles

Enseñan desde temprana edad

Por Guillermo Robles Ramírez

Lo que vemos como algo cotidiano, lo convertimos como parte de nuestra vida aún cuando sea algo malo. Uno de los grandes problemas es que la corrupción la vemos como algo normal, habitual y lo convertimos en una normalidad dentro nuestra sociedad.

Siempre he sido del criterio que la corrupción se enseña en la casa. Su práctica comienza desde muy temprana edad, es decir, cuando son niños y niñas. Un ejemplo de ello es cuando se premian a los hijos e hijas por obtener una buena calificación. Lo mismo sucede cuando el comportamiento de los menores de edad no es el correcto, no faltando la expresión, “si te portas bien, te voy a dar un ….”.

Si el significado de corrupción, o al menos así se define, de acuerdo a los diccionarios; es la acción y efecto de corromper, y su acción es sobornar a alguien con dádivas o de otra manera.

Lo anterior se traduce en la práctica, con la educación de la mayor parte de los hogares, que desde la niñez se les enseña a ser sobornados para la obediencia, premio, o por hacer algo correcto, es decir, existe ese intercambio de lo material a la acción y/o ejecución de un propósito.

Esto es simplemente un ejemplo como parte de la iniciación de soborno en el país; y conforme vamos creciendo lo vemos durante la secundaria o preparatoria, no faltando quién ofrezca un intercambio de algo para obtener un beneficio.

Todo lo anterior viene al caso, porque gracias a un amigo originario de Cuba que se quedó a vivir en la ciudad de Monterrey y tuvo la oportunidad de conocer varios municipios de Coahuila, como Saltillo, Torreón, Monclova, Piedras Negras, Arteaga y Ramos Arizpe, así como otras ciudades y entidades federativas como, Chihuahua, Toluca, y Ciudad de México, me hizo reflexionar.

Con su muy peculiar sonsonete cubano siempre me “atacaba” con preguntas del por qué los mexicanos actuaban de una manera u otra.  Sin darme cuenta el amigo cubano aprendió muy rápido esta cuestión del sistema de la corrupción en el país; adoptándolo rápidamente en su vida cotidiana y en específico cuando adquirió su primer vehículo.

Entendió bien la dinámica y lo consideró como lo correcto de tanto que lo observó con otros conductores llevándolo a la conclusión, que nueve de cada diez personas que son detenidas por un agente de tránsito, el conductor intenta sobornar al agente municipal.

Mi amigo el cubano también aprendió a identificarlos de manera fácil, pues una de sus preguntas más frecuentes que me hacía era: “Oye mi hermano… yo no me explico por qué todos los policías en este país (refiriéndose a México), cargan con el morral en la panza y ahora me explico por qué los delincuentes siempre se les escapan, pues con esa barrigona que tienen es natural que no lleguen a ningún lado más que a las taquerías y gorditas.”

Pero cuál fue su sorpresa cuando quiso poner en práctica el estilo mexicano de sobornar a los agentes de tránsito con dinero y muy emocionado me platicó cuando fue detenido por primera vez por exceso de velocidad, y llevándose una sorpresa al momento que se acercó el agente y diciéndole el cubano con justa razón, al gendarme que no pertenecía a ninguna corporación policiaca, por lo tanto, no lo podían detener. Evidentemente la autoridad de tránsito se molestó, y cuestionándole el por qué le aseguraba dicha declaración.

El cubano le respondió, que era muy sencillo; ya que era el primer policía de tránsito que conocía sin tremenda panza y por lo tanto él no podía ser compañero de sus colegas. Esto le causó tanta gracia al agente que lo dejó ir, y el cubano nunca supo el motivo por el cual lo había detenido.

El intercambio de un cumplido para tener un beneficio fue algo nuevo para mí, sin embargo, desde mi punto de vista no dejó de ser un acto corrupto puesto que mi amigo cubano además de ir en exceso de velocidad, carecía de licencia y el oficial de tránsito debió de haber realizado la respectiva multa.

La corrupción ciudadana y policiaca ha ocasionado un terrible dolor de cabeza a las autoridades municipales coahuilenses que no encuentran una cura que resuelva a corto plazo el problema de vialidad, por un lado, la pobre cultura del conductor, por otra parte, la dudosa ética de los agentes de tránsito o vialidad.

El rezago de elementos de tránsito en cada cabecera municipal de Coahuila, se debe a que no han pasado la prueba de confiabilidad, y cada vez hay menos motivación para entrar a la academia policíaca, porque estos exámenes ahuyentan a los futuros gendarmes.

Considero que la culpa la tiene la misma sociedad, porque se inculca la corrupción o soborno como parte de la formación de miles de hijos e hijas dentro de los hogares del país. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org

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