Guillermo Robles

¿En dónde quedaste, que ya no te veo?

Por Guillermo Robles Ramírez

Hoy se celebra como se ha hecho desde el año de 1931, cuando por primera vez en México, fueron festejados los empleados postales como un reconocimiento a su trabajo; así mismo en 1947 en honor al cartero, fue impreso un timbre con el nombre de “Héroe Anónimo”.

Desde antes de la época colonial existen indicios de servicios postales en el país; en donde se caracterizaban por ser de complexión fuerte y rápidos para poder llevar mensajes a los reyes o tatoanis.

Los mensajeros aztecas se caracterizaban de tener una condición a tal grado que podían correr sin descansar durante tres días, o al menos eso es lo que se conoce de los mensajeros aztecas.

Pero regresando a lo que se le conoce oficialmente al servicio postal, es decir, el oficio de cartero, que durante muchos años fue un servicio personalizado de mensajería y base del sistema oficial de correspondencia, actualmente se ha transformado debido a la misma modernidad de las telecomunicaciones y el acceso a la tecnología.

La tradicional correspondencia familiar y personal que antaño constituía un medio privilegiado de comunicación entre las personas; dejó paso al teléfono fijo, al correo electrónico, redes sociales y lo que ahora parece ser una pandemia en los teléfonos móviles el “Whatsapp” palabra que sin ser verbo se le ha encontrado su propia conjugación “Wasapeando”, gracias a la Fundación del Español Urgente.

En ese contexto, los servicios postales y de mensajería se han diversificado y el empleo vinculado a dicho trabajo se ha transformado, por lo que los servicios de correspondencia ya no se centran preponderantemente en la recepción y entrega de cartas; sino en el envío de paquetería, dinero, regalos, invitaciones y avisos como telegramas o aquellos ocupados por el SAT, entre otros.

Sin considerarme una persona vieja, recuerdo con fortuna la imagen del cartero, que tanto me emocionaba cuando era niño y tan solo escuchar su silbato cuando llegaba en bicicleta; su pantalón arremangado en el calcetín para que éste no fuera pescado con el engranaje de la bicicleta.

Siempre esperaba que abriera esa mochila de piel tan característico de los carteros que desde lejos cualquiera identifica su oficio, para que me entregara la correspondencia y con esa misma emoción como si me hubiera sacado algún premio lo recibía para entregárselo a mi mamá.

Pero con el tiempo este servicio fue cambiando en donde las bicicletas fueron intercambiadas por motocicletas y el silbido del cartero dejó de sonar; para entonces hacer tocar la puerta o el timbre de las casas, y después simplemente dejaban la correspondencia por debajo de la puerta o en su buzón.

Y aunque ha disminuido la tradición de enviar cartas personales, esa costumbre no ha disminuido entre quienes viven en Estados Unidos, que tienen parientes en la República Mexicana; porque son quienes mandan mucha correspondencia a sus familiares que dejaron en México.

Quizás han pasado ya años desde la última vez que recibimos una carta personal; pero lo cierto es que, éstas se guardan con cariño y con el tiempo se vuelven a releer. Algo que el mensaje escrito en un papel no se iguala aún con aquel que se recibe en forma impersonal a través de una computadora, o cualquier red social.

Si bien es cierto que en la actualidad la correspondencia que se deja, principalmente corresponde a promocionales, y recibos a pagar. Aún queda una minoría de la población que continúa empelando las cartas como medio de comunicación. Y no olvidemos que en temporada navideña los niños no olvidan que es a través de una carta como pueden darle a conocer a Santa Claus lo que quieren para navidad.

Por una u otra razón éste es un servicio que ha sobrevivido al tiempo y quienes tienen la misión de hacer llegar la correspondencia son los carteros, independientemente de las inclemencias del tiempo o la inseguridad que hoy en día se vive en algunas colonias.

En muchas ocasiones por tradición, es un oficio que se sigue en una familia donde el abuelo o los papás iniciaron con la labor, por lo que ahora los hijos continúan con este trabajo, donde se han caracterizado los hombres por llevarlo a cabo, en los últimos también se ha abierto para que las mujeres participen y nuestra región no podría ser la excepción.

Hay veces que me pregunto ¿en dónde quedaste, amigo cartero?, ¿por qué ya no escucho tu silbido cartero?, posiblemente se quedó encerrado en su recuerdo del pasar por aquellas calles en bicicleta, en otras ocasiones a pie, pero ya no escucho ese silbido de esperanza, de amor, o de alguna noticia. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org

Deja un comentario