EL MÁS PONZOÑOSO DE TODOS LOS VENENOS… EL MIEDO

Claudio Adrián Montaño Mier

Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos. 

Marie Curie

En el sexenio pasado, cuando el entonces Secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer impulsó la reforma educativa en la que uno de los puntos establecía la evaluación de los maestros en servicio, muchos docentes, con el tiempo necesario para jubilarse lo hicieron, otros buscaron el amparo de la ley y muchos más se manifestaron, salieron a las calles e inundaron las redes sociales de mensajes de rechazo hacia la reforma educativa.

Escuché a muchos allegados míos quejarse, indignarse y justificar su postura de rechazo a ser evaluado, estuve en un par de manifestaciones y también dije los puntos a favor y como no, si gracias a esa ley pude acceder a una plaza como Director de Secundaria, al participar en un proceso de promoción, un proceso de evaluación.

El maestro teme a la evaluación, y tanto le teme que en ocasiones esgrime ese proceso como un arma contra sus estudiantes, la amenaza de reprobar si no cumple, si no obedece, si no llena las expectativas del profesor. Tal vez porque eso le da una percepción de control sobre ese temor.

¿De dónde surge ese temor? Tal vez de  que se ha perdido el verdadero fin de establecer un proceso de evaluación: evolucionar.

Una de las tareas del director de escuela es evaluar el desempeño del personal docente, partiendo del diálogo, la observación y la retroalimentación, gestando un proceso amigable. Más allá de la mejora salarial o de la promoción, la evaluación del desempeño tiene su efecto más profundo cuando el docente mejora en el aula en beneficio de sus estudiantes. Este proceso lleva a todo aquel que se pone de pie frente al aula a reconocer sus áreas de oportunidad y detonarlas como fortalezas.

El director, como responsable del capital humano de una institución educativa tiene la importante misión de acompañar a los docentes durante todo el proceso. Diseñar un proceso cuya misión es detonar el desarrollo del alumnado, implementar el proceso con una actitud empática y propositiva, promover la evaluación, la autoevaluación y la coevaluación en la búsqueda de cumplir una visión, asumir los compromisos que contribuyan al logro del objetivo de la evaluación y el seguimiento constante y permanente que permita reconocer los avances y las necesidades en el camino.

El directivo puede cometer uno de los siguientes errores de apreciación que señala Simón L. Dolan, durante la evaluación:

En el efecto halo, el evaluador asigna un valor positivo a todos los criterios de evaluación tomando como referencia uno sobresaliente, es decir, eres muy bueno para hacer tortas, entonces el agua de limón también te debe salir bien.

En el efecto eco, contraste del efecto halo, la evaluación negativa de un criterio influye de forma negativa al resto.

En el caso de que el evaluador, evalúe al docente con un valor por encima de su nivel de desempeño real, solamente por no verse en conflicto con él, se le llama error de indulgencia. Por el contrario, cuando el evaluador asigna valores poco favorables sin tomar en cuenta el nivel de desempeño, se llama error de severidad. En medio de estos dos se encuentra el sesgo de tendencia central, donde el evaluador asigna una media para evitar utilizar los dos extremos de los niveles de evaluación.

Puede parecer muy complejo, y si lo es, pues el proceso educativo es muy complejo y requiere de tomar en cuenta todo el contexto en torno a la institución para que el director pueda aprovechar todos los recursos que tiene a la mano. Aprovechar las características individuales de las personas que lidera en beneficio del bien colectivo.

Aquí es donde deben entrar las políticas educativas, formar directores de carrera, con los conocimientos en administración, gestión, proyección, toma de decisiones, comunicación efectiva, inteligencia emocional y muchas otras habilidades que pudieran parecer empresariales, pero ¿acaso no es una escuela una empresa? Que no tiene fines de lucro, claro, pero si una visión y una misión, un capital social y el futuro de una nación en forma de niños, niñas y jóvenes que son nuestra esperanza.

Los líderes ejemplares saben que deben transformar la forma en que se hacen las cosas. No se puede lograr resultados más allá de lo esperado solamente con buena intención. ¡Las personas, los procesos, los sistemas y las estrategias deben cambiar! Además, todo cambio requiere que los líderes busquen activamente formas de mejorar las cosas: crecer, innovar y mejorar. Los líderes ejemplares abrazan el compromiso de buscar oportunidades para garantizar que sucedan cosas extraordinarias. 

James Kouzes y Barry Posner. The Leadership Challenge.

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