DICHO SEA DE PASO: PERDIENDO EL SEXENIO

Frédéric Bastiat decía que “El Estado es esa gran falacia que permite a muchos vivir a costa de todos los demás».

El Gobierno de la República nos demuestra cada día la certeza de lo anterior, pues queda claro que a costa del ciudadano, se van solventando los gastos de un gobierno ineficiente.

La recientemente aprobada Ley de Ingresos para el año 2016 y sus leyes complementarias, son la muestra de la determinación que se ha tomado para que en lugar de que el Estado sirva a la nación, se dé todo lo contrario.

Mientras que el paquete fiscal continuó con la política recaudatoria implementada en el país desde hace décadas para buscar satisfacer la inmensa hambre de recursos del gobierno federal, sin atender al reclamo del sector empresarial, -que más allá de algunas fobias partidistas, debe reconocerse que es el que crea los empleos y pone a funcionar la economía- no vemos una política presupuestaria que vaya orientada a hacer de México un país en crecimiento, con una economía más equitativa y menos desigual en cuanto al reparto de la riqueza.

Un gobierno sin idea es el que está al frente del país, pues la administración del presidente Peña Nieto, recurre a las recetas viejas para sobrellevar el sexenio.

Se ha retomado la ruta del endeudamiento indiscriminado, que ha elevado el Saldo Histórico de los requerimientos Financieros del Sector Público hasta los 8 billones 301,911 millones de pesos, que representan ya el 46 por ciento del PIB.

Si la cifra es algo que impresiona, lo más preocupante es que en un año, del tercer trimestre del 2014 al mismo periodo del año actual, este saldo histórico se incrementó en 18.43 por ciento.

Ante un escenario en el que los impuestos son altos y la deuda crece, es indignante que los funcionarios gubernamentales hagan despilfarro de los recursos públicos y que las políticas de austeridad sean sólo el aderezo irreal de un discurso falaz.

No ha manera de entender, cuando el gobierno habla de «apretarse el cinturón», que la Presidencia de la República haya gastado, sólo en el periodo enero-septiembre de este año, 2,652 millones de pesos, un 10.6 por ciento más en términos reales, que en el mismo periodo de 2014. Pero quizá de lo más incongruente es que su presupuesto para todo el año sea de 2,296 millones de pesos, es decir, ya ha gastado en nueve meses, más de 300 millones adicionales a todo su presupuesto autorizado para el 2015.

La política del dispendio, que nos recuerda que la fuerza de la genética priista es más fuerte que las incipientes intenciones de cambio, se presenta acompañada de las absurdas ideas de que la problemática social se resuelve regalando dinero.

Si bien la reorganización presupuestaria dio un paso con la disminución de un 30 por cierto de los programas sociales federales -que pasaron de 889 a 683- 659 de estos representan el 75 por ciento del gasto programable, que van continuando con una política de subsidios de lo más regresiva, pues no hace la necesaria distinción entre los ciudadanos que más los necesitan de todos lo que los reciben, con lo que los más beneficiados siempre serán los que más tienen.

Las políticas sociales que se vienen implementando en este sexenio, son los hijos contrahechos de la incapacidad de un presidente que no ha tenido la audacia de generar un plan integral para el desarrollo social.

Es necesario que el gobierno, si en realidad pretende mover a México, modifique sus fundamentos y no sólo sus argumentos. El presidente debería ver que la pobreza tiene muchas caras y que hay pobres que, para salir de esa condición necesitan ayuda y que hay otros que lo que necesitan, son oportunidades.

El subsidiar poco a todos, solo sirve para fomentar el discurso demagógico e incrementar la clientela política, y en los hechos, los subsidios son un lastre económico que en muy poco beneficia al que menos tiene.

Es hora de abandonar la bandera anacrónica de la tasa cero en alimentos y medicinas, para entrar en un sistema en el que se cobre sin distinción y se implemente un programa en el que el impuesto pagado, acreditado con recibos fiscalmente validos, sea reintegrado de forma proporcional de acuerdo a las necesidades de cada persona y en efectivo.

Con ello se le entregarán a los mexicanos más pobres, recursos que podrán utilizar en lo que ellos necesitan, al tiempo que se ayuda a combatir otro lastre nacional: la informalidad. Si para recibir la devolución del impuesto pagado se requiere un comprobante fiscal, es evidente que se obliga al vendedor a regularizar su situación ante la autoridad tributaria.

Pero más que nada, lo que se requiere es colocar al país en la ruta del crecimiento. El gobierno se ha concentrado en mantener la estabilidad macroeconómica y presume las elevadas exportaciones, lo cual, hasta cierto punto, tiene mucho mérito, pero es esencial para la adecuada marcha del país, el reducir la altísima concentración de riqueza y oportunidades. Reitero que es necesario un cambio en esta política fiscal que va atentando contra la micro, pequeña y mediana empresa, que en el mediano plazo generará desempleo y con ello, más pobreza.

El formar parte del Acuerdo Transpacífico es un gran logro en materia de comercio exterior, pero urge hacer una evaluación acerca de si las empresas mexicanas están en condiciones de competir con los productores de las demás naciones firmantes, pues mientras que éstos reciben financiamientos con una tasa de interés del 3 por ciento, aquí los créditos tienen tasas del 18 por cierto, es decir seis veces más. Cabe señalar que las empresas mexicanas enfrentan un entorno fiscal más caro y agresivo, aunado al reto de producir en el único país de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico que presenta un fenómeno inflacionario en los energéticos, en contraste con la tendencia mundial deflacionaria en el sector.

No hablo de no ratificar el acuerdo, sino de impulsar a las empresas nacionales, adecuando la estructura fiscal y económica para que puedan competir en igualdad de condiciones.

El presidente necesita actuar con sensibilidad hacia las necesidades de la sociedad. Como dice Guillermo H. Cantú: «Escuchar a la gente, sentir sus angustias, percibir sus anhelos, sopesar el esfuerzo que está dispuesta a emprender para deshacerse de unas y conseguir las otras, es la misión fina y suprema que un político verdadero tiene en la mente, en el alma, que asume como responsabilidad personal para armonizar y encauzar la acción que hombre y sociedad se proponen.»

El Ejecutivo tiene el doble reto de gobernar bien y administrar mejor. En tanto este gobierno siga actuando de manera tan cerrada, escuchando solo la voz de su camarilla para atender a sus intereses, el progreso del país continuará siendo tema pendiente y el presidente seguirá trazando la ruta de otro sexenio perdido.

CAMINO A LA PERDICIÓN

El gran dramaturgo moliere dijo: «Todos los vicios, con tal de que estén de moda, pasan por virtudes».

Yo nunca he fumado marihuana, en realidad, hasta el olor que despide cuando la queman es un detonante de mi migraña.

Veo como posible que con la falsa idea de que la Suprema Corte la ha legalizado, aumentará su consumo, pues parece que se está poniendo de moda.

La resolución de la primera sala del máximo tribunal dista mucho de una legalización. El criterio mayoritario fue el de amparar a cuatro ciudadanos, -de los cuales, por cierto, no todos fuman mariguana- con la finalidad de que se les otorgue un permiso para desarrollar las actividades propias del autoconsumo y si alguien más quiere realizar esos actos de manera legal, también deberá de promover su respectivo juicio de garantías.

De acuerdo a los artículos 231 y 232 de la Ley de Amparo, se puede llegar a expedir una declaratoria general de inconstitucionalidad y con ello se abrirá la puerta a que el congreso debata la legalidad del autoconsumo de la marihuana y los procesos previos para el mismo, pero para ello hace falta la reiteración continua del criterio sostenido el pasado miércoles.

Creo que se dio un gran paso en la protección de la libertad individual, pero el debate que se abra tiene que ser de altura y con argumentos reales y serios.

Los efectos contra el crimen organizado al legalizar el consumo no son tan relevantes, pues la venta de la marihuana representa solo el 10 por ciento de sus ingresos y su mercado está en los Estados Unidos, donde el precio de una onza alcanza los 400 dólares.

Las propiedades médicas de la hierba, como las de muchas otras plantas, deben de explotarse en bien de la salud, pero bajo los protocolos clínicos y químicos que correspondan. Si tiene efectos medicinales, el mercado la pondrá en las farmacias en pastillas o gotas, ningún médico la va a prescribir en carrujos.

La hierba es adictiva, aunque sea poco, causa efectos psicóticos y daños neurológicos sobre los que cada persona tendrá derecho a decidir, pero deberán contemplarse al momento de debatir, buscando que quien la consuma, no afecte a terceros mientras está en su viaje.

El reto ciudadano será fortalecer la prevención, procurando que la droga no llegue a nuestros hijos, concientizándolos de los efectos negativos de consumirla y haciéndoles ver que, como decía Confucio: «Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos».

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