Desafío: ¿Qué nos Queda?

*¿Qué nos Queda?
*El SON Jarocho
Por Rafael Loret de Mola


México es increíble. Nos han saqueado desde la época de la bárbara invasión española y sus tres siglos de degradación, y no han podido agotar las minas de oro y plata pese a que, en muchas catedrales europeas, brillan los metales preciosos provenientes de estas tierras y que ahora se distribuyen, todavía, canadienses, estadounidenses y chinos en proporción del 93 por cierto con la anuencia de los grandes millonarios mexicanos que se quedan con el 7 por ciento y sirven de prestanombres a las empresas multinacionales: Slim-Larrea-Baillères, el triángulo del poder económico.

Por si fuera poco, nuestra azúcar, por obra y gracias de los arreglos llamados USMCAN, en español debiera ser EUMCAN –suena mejor y menos enredado-, nuestra azúcar será vendida a nuestro “altruista” vecino del norte en 42 centavos de dólar el kilo, la mitad de lo que nos cuesta a los mexicanos –entre dieciséis y diecisiete pesos lo que equivale a unos 84 centavos de dólar al tipo de cambio actual-, como resultado de una avasallante negociación llena de turbulencias y de la que resultó el héroe el “pato” Donald Trump, ahora una especie de aliado del presidente de México a quien llena de elogios que ruborizan y luego nos afrenta impunemente.

Con las plataformas de petróleo subastadas a políticos de tan buena ley como Carlos Salinas y Emilio Gamboa, entre otros cómplices del peñismo, y una ausencia real de definicio9nes sobre lo que hará al respecto el presidente López Obrador –ya vamos en el mes 22 con “seis informes” a cuestas-, no quedan grandes fuentes de ingresos y avizoramos una seria recesión global empeorada por la pandemia. Este es el signo mayor de la depauperación del país para beneficiar a los cómplices más sobresalientes del sistema. Y, para colmo, será el capital privado, como anunció ya Andrés, el que financie al nuevo aeropuerto a falta –dijo López Obrador- de fondos públicos para ello. Y con ingenieros militares.

Interpretando lo anterior queda claro que el gobierno heredado al tabasqueño enfermo –cardiopatías amén de quema de tres nervios del cuello que ponen en peligro su movilidad física-, es menos rico en recursos pecuniarios que las grandes fortunas de los cien mayores multimillonarios de México por lo que cabría preguntar si valdría la pena entregar la Secretaría de Hacienda al capital privado para que, con sus ilimitadas fortunas, pudieran apostar al desarrollo a costa de la depauperación colectiva legada por el atroz neoliberalismo. Quienes tienen el dinero ya no son los mexicanos en su conjunto con todo y la esperanza en el futuro.

Pese a todo, Andrés mantiene el lenguaje propio de un candidato a pesar de sus múltiples incongruencias. Sólo se salvan dos promesas: no subirse al avión presidencial –que ya efectúa vuelos para mantenerse- y abolir la reforma educativa y sustituirla por otra dirigida a elevar la educación de calidad de quienes serán y construirán el futuro del país. En todo lo demás ha existido una estira y afloja dentro de la conciencia del icono a quien no se puede cuestionar sin la reacción beligerante de parte de sus incondicionales.

Nada de arrepentimientos, ni de perdones ni olvidos. Y ya pasó el segundo o “sexto” informe.

La Anécdota

Veracruz entra fácilmente en el alma pese a la impudicia de sus gobiernos. Son varios ya quienes han formado allí sus propios cacicazgos pero sólo uno, el anterior mandatario sin fecha de caducidad, Miguel Ángel Yunes Linares, se permitió el lujo de convertir en alcaldes a sus dos vástagos, Fernando, en el puerto, y Miguel Ángel, en Boca del Río, aunque el último cayó de rodillas ante el efecto López Obrador y ni con el empuje del padre-alquimista pudo superar al morenista Cuitláhuac García.

Ya por allá suena un son que les dejé a los veracruzanos con algo de “bomba” yucateca:

“El pinche nepotismo

Es de la democracia el sismo”.

La música suena pero no la de la política que no debe permitir que esta dinastía de ladrones saquee aún más al hollado pueblo de Veracruz. Va también para AMLO y Pío, Pío, Pío.


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