Desafío: Nuestras Fronteras

  • Nuestras Fronteras
  • Y Andrés Pontifica
    Por Rafael Loret de Mola

Una de las funciones fundamentales del presidente de la República, de acuerdo el artículo 89 de la Carta Magna, es preservar nuestra soberanía y más todavía en su carácter de comandante supremo de las fuerzas armadas cuyas misiones principales son asegurar la paz, la seguridad de nuestras fronteras y, sobre todo, la preservación del territorio nacional. El mandante-mandatario, perdido en sus propios datos, se ha hecho a un lado en cada uno de estos renglones.

Traiciona la soberanía nacional al aceptar que la regencia desde Washington es indispensable para preservar el destino patrio cuestión que quedó claro al resumir las veces cuando debió mostrarse sumiso, sobre todo, con el señor Trump, quien pretende regresar a la Casa Blanca, aunque incluya parrafadas en las cuales, según dice, defendió sus puntos de vista como, por ejemplo, solicitar al jefe de la Casa Blanca –la de USA-, no hablar sobre el muro de la ignominia; si Donald aceptó fue por razones diplomáticas, de cortesía, y para “fichar” a Andrés como “un hombre maravilloso” por rendirse a sus pies. Luego diría que él era quien más rápidamente se le había “doblado”.

La cuestión de la paz dista mucho de estar asegurada, mucho menos cuando ha sido tendencia, a través de la primera parte del periodo de AMLO, abrir rutas de entendimiento, alianza soterradas y hasta carreteras para que sea más fluido el paso de los narcotraficantes desde el mar hasta las aduanas estadounidenses en donde, claro, sobradas las manos de dólares, marcan horarios y sitios específicos para que corran por allí, sin el menor problema, los tráilers –hasta de doble remolque- cargados de estupefacientes. ¿No se lo han dicho sus colaboradores, presidente?

Y en cuanto a la preservación territorial cada vez aumenta el riesgo de perder parte de nuestro suelo por la imposición del gobierno norteamericano por retomar el proyecto migratorio del deplorable ex mandatario de USA, Donald Trump, llamado “Quédate en México” como si fuéramos el patio trasero de los Estaos Unidos como alguna vez sostuvo Adolfo Aguilar Zínzer meses antes de su mortal “accidente” en la carretera de Tepoztlán a Cuernavaca en junio de 2005.

Con el deplorable plan norteamericano se pretende que los emigrantes, quienes buscan entrar a la poderosa nación vecina, formen colonias a lo largo de la frontera en territorio mexicano y ello, naturalmente, ha dado lugar a que, como en Tijuana, se erijan células de centroamericanos como los hondureños –la tercera esposa de Marcelo Ebrard, Rosalinda Bueso Asfura, fue embajadora de Honduras durante el gobierno del sombrerudo Manuel Zelaya Rosales quien la visitaba clandestinamente-, quienes con arrogancia infinita proclamaron que el suelo ocupado por ellos debía ser llamado “Honduritas” y expresaron que ya habían realizado la solicitud respectiva ¡al señor Trump!

Sólo falta que en cada ciudad fronteriza pase lo mismo con salvadoreños, nicaragüenses, guatemaltecos y beliceños aunque éstos tienen arraigo británico. Solo una enorme traición –motivo suficiente para destituir y enjuiciar a un presidente-, puede aceptar tal humillación… ¡como ya lo hizo Andrés!

Mientras en la frontera sur, la tal “guardia nacional”, que estrena cuarteles por doquier –ya van doscientos cincuenta según informó el mandante-, no es capaz de contener las tremendas oleadas de emigrantes quienes han copado las urbes del sur mexicano, como Tapachula, y han copado a entidades como Chiapas, Quintana Roo e incluso Oaxaca. Parece difícil encontrar a un mexicano en la ciudad mencionada porque los nuestros han preferido guarecerse en otros sitios.

¿Y el gobierno federal? Pues sigue haciendo reverencias a la “presidenta Kabala” –vicepresidenta Kamala Harris-, en medio del caos.

La Anécdota

Me honra Andrés con dos citas en su libro reciente del cual salió casi íntegro su tercer informe de gobierno; en algunos episodios éste es una copia al carbón del libelo oficialista rebosante de mentiras. En el mismo habla de que su administración no coincide con el gatopardismo –de esto nos ocuparemos mañana- y me cita claramente –no a mi hijo que solo ha escrito un excelente libro-:

“Los más reacios al cambio son los sectores de la clase media poco ilustrada en los que no se lee ni siquiera a Krauze o a Aguilar Camín, sino a Loret de Mola –recuerda que me llamabas Rafael, amnésico-, o a Luis Pazos…”

Menos mal que no especificas quienes leen tus pobres libracos fuera de aquellos que, por obligación profesional, debemos asomarnos a ellos por el deber de informar sobre lo que se dice el eclipsado mandante. Desde luego, tus lectores, Andrés, son los analfabetos que tienen repisas para no sentirse ignorantes y orgullosamente exhiben las obras de “su” presidente aunque mienta hasta por los codos.


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