Desafío: La Amnesia Continúa

*La Amnesia Continúa
*Señores, Aterrizamos
Por Rafael Loret de Mola


Como los grandes magos de los siglos XIX y XX, Andrés Manuel López Obrador es un gran imitador. Fíjense, como Juárez también optó vivir en Palacio Nacional aun instalando algunas modernas parrillas para carnes y verduras; como el general Lázaro Cárdenas no quiere viajar al exterior, como no lo hizo el Tata durante su sexenio, el primero de la historia, y renueva el espíritu de la amnistía, a favor de Evo Morales –quien surgió de los pueblos originarios como Don Benito-, lo mismo que hizo el padre del Cuauhtémoc, el ingeniero de la democracia, con el célebre León Trosky, perseguido por Joseph Stalin en la década de los treinta del siglo pasado.

Recuerda a Francisco Madero cuando rememora el bárbaro golpe de Estado contra éste y su vicepresidente José María Pino Suárez, señalando de antemano a los traidores “conservadores” que se estigmatizaron, para siempre, cuando fueron a buscar a un príncipe extranjero, el enajenado barbado de Miramar, para destruir la República del Benemérito. Y a Morelos lo recuerda, a cada rato, cuando cita sus apotegmas como Siervo de la Nación, muchos de los cuales se hicieron efectivos en la Constitución de 1824, consecuencia de su histórica Declaración de Independencia para la América Septentrional.

Pese a ello, olvida buena parte de los principios de sus iconos. No proclama –sólo la menciona por ratos- la unidad, ni la hace efectiva entre los mexicanos, como pretendieron los próceres, sin resultados por desgracia. Pero sí cae en la ingenuidad de creerse a salvo de emboscadas como las que dieron cauce al episodio más negro de nuestra crónica nacional: la usurpación de Victoriano Huerta Márquez, el chacal, si bien el mandatario vigente no deja de repetir que, como el apóstol de la Revolución, sufrió una asonada electoral que posibilitó la asunción presidencial de un traidor a la democracia, Felipe Calderón, en 2006.

Entrampado en sus propios proyectos, entre la línea de fuego entre lo legal y lo que él quiere impulsar –Santa Lucía, el Tren Maya-, como las obras magnas de su administración, se acerca Andrés al fin de su segundo año en la Presidencia con las manos semivacías y acaso sólo con la satisfacción de entregar pensiones bimestrales a quienes han cumplido más de 68 años –a él mismo le tocará dentro de un año-, y a los jóvenes que ni trabajan ni estudian extendiendo así los veneros del ocio en cuanto a éstos.

Los festejos por la Revolución se mantuvieron a pesar de los doce años de la derecha en el poder que posibilitó negocios tales como los de “la estela de la luz” y las marionetas gigantes para desfilar. No puede alegar Calderón que este antecedente le presenta como un hombre honesto ni mucho menos. Por cierto, los dos presidentes surgidos del PAN salieron de este partido si bien Fox retornó en busca de tribunas y para protegerse de quienes le pisan los talones con su interpretación de la justicia, siempre a medias.

En fin, estamos atorados y los símiles lo demuestran con vehemencia. Los partidos están moribundos.

La Anécdota

Como una muestra de las contradicciones permanentes entre los prohombres de la República viene a cuento que el general Cárdenas, ya ex presidente, no tenía mucha simpatía por los vuelos en avión –y eso que aún no se daban los jaloneos entre las aerolíneas y los constructores de aeropuertos al vapor-, pero no dejaba de viajar por esta aversión; el valor del general se imponía.

Sin embargo, es cierto que al descender de las aeronaves, culminados los turbulentos aterrizajes, el general solía exclamar como si se tratase de una oración cívica y laica:

–¡Señores! ¡Ya podemos volver a ser ateos!

Y los gestos agrios se borraban.


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