Desafío: Índices de Fuego

*Índices de Fuego
*¡Ya Déjanos Ir!
Por Rafael Loret de Mola


Aunque sus panegiristas lo nieguen, cada vez con menos vehemencia, es indiscutible que los bonos presidenciales han descendido notablemente a golpes de decepciones y posturas políticamente estériles. Para muchos fue una vergüenza el periplo de Andrés Manuel por Estados Unidos –tres días por cuestión de vuelos y escalas sin otra finalidad que intercambiar aviones-, iniciado con el obligado sometimiento del soberbio mandatario a la molesta prueba del coronavirus cuando aceptó habérsela hecho porque tenía que salir fuera del país por primera vez a lo largo de su oscuro mandato de diecinueve meses.

Así fueron las instrucciones de la Casa Blanca, la auténtica, en donde fue a alinearse lo que a él mismo le causó una carcajada nerviosa buscando burlarse de dos medios impresos: Reforma, de derecha, y Proceso, de izquierda. ¿Cuál le gusta presidente? Seguramente los boletines de los youtubers en el mundo de la cibernética en donde las redes sociales suelen ser benditas o repulsivas de acuerdo al criterio de la suprema voluntad. ¿Quién dice que terminó el presidencialismo autoritario?

Se fue el mandatario montado en el “lechero” como solía expresar la picaresca mexicana a los autobuses cargados de gallinas y haciendo escalas en cada esquina o en cuanto zarzal se metían. ¿Por qué no usó, siquiera, la misma aeronave de la Fuerza Aérea -él es el comandante supremo, se supone-, que fue a buscar a Evo Morales a Argentina tras su derrocamiento burdo en Bolivia?

Evo viajó con gran comodidad y con una bandera mexicana como manta… y nadie dijo nada ni se propuso que el aparato también se rifara luego de ofrecerlo a los muy ricos; desde luego, para operativos militares era por demás lujoso e inadecuado. Entonces sólo sirve para el esparcimiento de los generales.

Nunca un mandatario mexicano había llegado a los niveles de lacayunería en los que cayó AMLO en Washington, nula cualquier condición de estadista medianamente digno y con elogios a flor de labios para endulzarle los oídos, como una sirenita, al más antimexicano de cuantos han dormido en la Casa Blanca. No estoy dispuesto a perdonar, como hijo de esta gran nación, la nuestra, esta afrenta de quien ostenta la representación del país y la sobaja a este grado. Lo trataron mal y lo enviaron de vuelta con la piel arrugada y el semblante hipócrita. Tantas arengas de campaña, exigiendo respeto incluso en el mismo muro de la ignominia, se esfumaron como cada una de sus supuestas aportaciones. No le queda nada en las manos para tratar de paliar su irremediable caída en los índices de popularidad y hacer frente a las cada vez más frecuentes movilizaciones sociales con o sin pandemia de por medio.

Y mientras, el otro López (Gatell) se entretiene en la manipulación de las cifras; lo mismo que su patrón –no hablamos del secretario de salud, Jorge Carlos Alcocer Varela, muerto en vida y sin funciones específicas-, quien ni siquiera es capaz de sostener un presupuesto por dos semanas para sus magnas obras. ¿Logrará terminarlas o se irá primero a su rancho “La Chingada”?

La Anécdota

Cuando era jefe de gobierno del entonces Distrito Federal y Andrés Manuel me invitó a desayunar lo que haría varias veces. Primero, quiso hablar conmigo en su despacho –mientras calentaban los tamales yucatecos que le llevé, elaborados por mi querida Chelito-, y al hacerlo abrió uno de los ventanales que dan al Zócalo. Y la gritería aumentó:

–Andrés, papacito, ya mándanos a nuestras casas. Estamos cansadas –le espetó una mujer de mediana edad-.

–Ya pronto, ya pronto –respondió el funcionario-.

No me quedó duda acerca de quien patrocinaba los plantones durante la administración de Fox y su Martita.


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