Desafío: Grandes Rufianes

  • Grandes Rufianes
  • No Piensan Igual
    Por Rafael Loret de Mola

A través de la historia reciente puede afirmarse que los grotescos caudillajes revolucionarios –cualquiera con carrilleras se sentía presidenciable con derechos-, amén de los conductores reales de un movimiento que terminó traicionándose a sí mismo, como sucede ahora con la fallida 4T y su consulta de primaria, han evolucionado hacia una clase política cada vez más autoritaria, soberbia y con confusiones tremendas respecto a cuanto debe entenderse por democracia.

El mandante-mandatario, Andrés de nombre, insiste en que las consultas marrulleras, como las que él caprichosamente propone para luego contradecirlas –aseguró que votaría por el “no” evadiéndose de su responsabilidad de perseguir a los delincuentes como ha sido su costumbre-, son ejercicios democráticos porque así se conoce el sentir de la población para gobernar con ella… lo que en realidad no hace salvo cuando lo halagan, aplauden –como focas, dicen-, o justifican sus aparceros simuladores.

Y por allí van quedándose, bajo el cielo de la impunidad, los grandes rufianes de la vida nacional bajo el pretexto de que la consulta no reunió ni al siete por ciento de los empadronados y, por ende, como Poncio Pilatos, el tabasqueño se lava las manos y desdice sus arengas exaltadas de campaña entre ellas la promesa de combatir a la corrupción desde arriba hacia abajo.

Por ahora es el titular del Ejecutivo que menos sicarios y políticos corruptos ha atrapado en sus redes; los más fuertes siguen carcajeándose e incluso en funciones pública como el miserable Bartlett o el sindicalista heredero Napito Gómez Urrutia convertido en senador por los tompiates de AMLO.

¿Y los expresidentes? ¿Nos olvidamos del supuesto jefe de la mafia, Carlos Salinas, de los magnicidios y la crisis artificial por él provocada? ¿De la matanza en el templo de Acteal, Chenalhó, Chiapas, el 22 de diciembre de 1997, con 45 tzotziles asesinados, el Fobaproa y la depauperación colectiva por el neoliberalismo?

Luego vinieron los gobiernos panistas y Fox se convirtió de un beneficiario a un traidor de la democracia: poco caso hizo al asesinato de 62 mineros en Pasta de Conchos, Coahuila –ni siquiera visitó el lugar-, pasándosela muy bien con su cogobierno con Martita, la empresaria placera que hizo millonarios a los suyos y convirtió a Vicente en una piltrafa, ausente? ¿Y perdonamos a Calderón por sacar a la calle a los militares hasta provocar masacres como la de Allende, en Coahuila, además de no investigar por miedo los crímenes contra dos de sus secretarios de Gobernación bajo el fuego de los narcotraficantes y abandonarse a los placeres del alcohol además de haber usurpado la Presidencia?

Bueno y no se diga el caso reciente de Peña Nieto quien es responsable no solo de la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa sino igualmente de las matanzas de Tlatlaya, Estado de México, y Tanhuato, Michoacán; amén, claro, de su inmensa corrupción, las casas blancas de La Lomas y las comisiones multimillonarias a sus hermanitas Verónica y Cecilia por las concesiones ferroviarias a Toluca –una obra que quedó a la mitad para vergüenza de los mexicanos- y de Querétaro que quedó en los planes pero debieron sufragarse indemnizaciones millonarias a la empresa China Railway Construction Corporation que los hizo, nada menos 11 mil millones de pesos? ¿Acaso basta con la puritana intervención del comunista Pablo Gómez para canalizar el pasado hacia el desagüe?

Llegamos así al propio AMLO encontrado culpable de trece delitos graves, que ameritan su retiro del cago, en la histórica asamblea el pasado 21 de marzo ante el Monumento a la Revolución.

Mexicanos: nos han vuelto a saquear.

La Anécdota

Desayuné con Andrés Manuel diez días antes de su asunción como jefe de gobierno, esto es el 26 de noviembre de 2000. Llegó tarde, esperé más de media hora y alegó que el tráfico, con su demagógico carrito que valía menos del salario de Nico, el conductor, le había detenido desde su departamento de Copilco en donde todavía vivía su primera esposa, Roció Beltrán.

Me dijo muy serio:

–Lo que más me preocupa es gobernar la capital bajo la presidencia de alguien –Fox- obtuso y cuyo alcance histórico le hace ver a México como una empresa sin sopesar las desigualdades sociales.

–Así es la democracia –sugerí-.

–Pero debemos superarlo pronto, lo más posible, antes de que destruya al país.

¿Cómo iba a suponer entonces que me encontraba en la mesa de quien sería el gran devastador de México?


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