Desafío: Filo de la Navaja

  • Filo de la Navaja
  • Discusión Eterna
    Por Rafael Loret de Mola

Sin definiciones ni proyectos reales –el alternativo para la nación no llegó ni a enunciado-, el mandate-mandatario insiste en situarse en el peligroso filo de la navaja. Fíjense: hacia el norte del continente su emblema es el de la mayor sumisión de un presidente mexicano en su historia; y hacia el sur coquetea con el ya muy conocido “Foro de Sao Paulo” auspiciado por Lula da Silva y Dilma Roussef en Brasil con resultados bastante caóticos: el primero fue a la cárcel por dos años y la segunda acabo destituido bajo los efectos de un golpe de Estado legislativo. Salió al revés la aplicación de la democracia.

Y algo similar ocurrió en Bolivia, con Evo Morales considerándose insustituible, en Nicaragua, con Daniel Otega aferrándose al poder perdida la conciencia, o en Chile, en donde los rescoldos de un socialismo anquilosado rodean al poder de manos del recién ascendido Gabriel Boric. También Argentina se bambolea al mismo ritmo que hace tiempo zarandea a Venezuela y Cuba.

Por ello, el caso de México es singular por decir lo menos, solo que en nuestro país la víspera se alarga por ausencia de definiciones y de carácter de quien ocupa la titularidad de la Presidencia ya sin autoridad moral alguna. Nadie puede creer que le apoyen 46 millones y medio de los empadronados porque ello significaría, contra cuanto palpamos, que ha elevado su popularidad más del doble en cuarenta meses cuando es evidente lo contrario: cuando menos un tercio de los treinta millones de sufragantes en 2018 se siente profundamente decepcionados de la orientación deslumbrada de sus votos. Y no es solo una ecuación realizada unilateralmente sino que lo obvio se ha sustentado en estudios académicos, no como las encuestas que siempre responden al mejor postor.

El hecho indiscutible es que Andrés Manuel está al filo de la navaja o al borde del abismo, en el linde mismo entre la necedad y la necesidad. Por una parte, mira hacia el sur convencido de que el socialismo, a su manera –por eso le llamo lópezobradorismo-marxista, en ese orden para no herir las susceptibilidades del nefasto tabasqueño-, habrá de imponerse en cuanto Rusia se apropie de las antiguas repúblicas soviéticas dando un salto hacia atrás de treinta y tres años.

Y hacia el norte, claro, todas las posturas son complacientes acaso esperando que regrese el “anaranjado” Trump a la Casa Blanca –me dicen que quiere pintarla de gris para obtener algún parecido con las residencias de Houston-, para cumplir uno de sus sueños mágicos que tanto tiempo ha atesorado: invadir México como Rusia hace lo mismo con Ucrania. ¿Cómo quedaría Andrés, situado como el gran virrey-regente de la otrora República mexicana?

Seguro el mandante no podría contestar asumiendo la definición que él mismo dio acerca de quienes ejercen cargos públicos: “El poder atonta a los inteligentes; y a los tontos los vuelve locos”. Creía hace veinte años que AMLO tenía más instinto que cultura pero intuía que su viveza podría transformarse en inteligencia; me equivoqué totalmente. En la media de la mediocridad mental, el poder lo ha vuelto loco.

Pobre México que ha debido soportarlo al amparo de treinta millones de sufragios manipulados. Pero siempre el tiempo pasa y hay un hasta aquí. ¿Será dentro de tres semanas?

La Anécdota

Puede medirse la grandeza de los seres humanos por cuanto son discutidos en su época y después de ella. La polémica suele enaltecerlos cuando hay posiciones radicalizadas tantas veces como frutas podridas de los radicalismos y prejuicios.

A Juárez se le venera por la defensa de la República y la consumación de la segunda independencia de México; y se le fustiga, a casi ciento cincuenta años de su fallecimiento, por quienes interpretan el tratado Maclane-Ocampo como un injustificado intento mercenario para vender parte del territorio nacional como lo hizo Santa Anna, otro de los próceres de lo que antes se llamaba reacción.

Los segundos no se ponen a pensar que un tratado tan favorable a USA mientras la gobernaba el mayor de los estadounidenses, Abraham Lincoln, nunca fue aprobado por el Congreso yanqui acaso porque entre los presidentes hubo un entendimiento humanista y progresista. Juárez amedrentó con ello a las huestes francesas y Lincoln entendió la jugada y dio instrucciones para que no fuera tomada en cuenta.

Y los hechos hablan por sí solos: el tratado nunca operó… y el ejército francés abandono a su suerte al enajenado barbado de Miramar. Basta con esto para precisar el papel heroico del Benemérito.


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