Desafío: Fastos Fúnebres

*Fastos Fúnebres
*Guadaña Activa
Por Rafael Loret de Mola
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En México, por desgracia, cuando se habla del ejército en su conjunto son escasas las opiniones que le consideran una institución destinada a preservar la soberanía y las vidas de los mexicano sino, más bien, se le señala como un órgano de represión, infiltrado desde hace años por los grandes cárteles e incluso por elementos armados de los Estados Unidos –una información sellada como “top secret” pero revelada por algunos elementos avergonzados-; huele a muerte, para ser más preciso, y a drogas por las múltiples confiscaciones de las mismas, muy bien planeadas, que terminan en el Campo Marte incineradas.

Alguna vez fui invitado a una de estos fastos de quema de cocaína bajo el mandato de miguel de la madrid y a pocos meses del asesinato de mi padre –cuya autoría intelectual recayó en el general Juan Arévalo Gardoqui y ensucia las manos del ahora director de la CFE, cuyo nombre nauseabundo me niego a escribir pese a la falsa vindicación del presidente-. En un momento del rito escabroso, en presencia del mandatario y el general mencionados, se me acercó el jefe del Estado Mayor del segundo, José Ángel García Elizalde, luego ascendido a general, quien me susurró:

–Si no cree que es cocaína puede bajar al campo para que lo corrobore. Basta con que tome con un dedo una pequeña porción y la coloque en su lengua; será mejor por el nivel de entumecimiento que sienta.
–Le agradezco –le respondí al farsante- sus lecciones; pero no soy parte de este circo.

Y lo dije en alto para que escuchara el perverso y cínico presidente que tiempo después, ya sin la banda tricolor que entregó fraudulentamente a carlos salinas, me diría en su casona de Coyoacán –agigantada hacia el interior gracias a que compró todos los predios colindantes sin mostrar las obras-:

–Mire, Rafael: todas las buenas intenciones que tenía para llegar al fondo sobre el asesinato de su padre –así lo dijo-, me las empañaron en Gobernación.

Tal escucharon quienes me acompañaban, Rogelio Carvajal Dávila, el gran editor ahora en retiro, y mi hijo Carlos todavía un adolescente por esos días. Por supuesto la aseveración señalaba al titular de la misma, el tal Bartlett, como epicentro del “operativo” criminal. Y así y todo he pedido al presidente López Obrador, a treinta y tres años del crimen, una nueva investigación: el asesinato no prescribe, el poder sí. 

Los soldados, en no pocos territorios, se han ganado el calificativo de rufianes. ¿Alguno de los generales secretarios se salva? Por desgracia no. Veamos cómo le va al actual, Luis Cresencio Sandoval González Fuente, designado por el primer mandatario como titular de la defensa desde la medianoche del 30 de noviembre pasado. Pero, por ahora, la desconfianza no se ha esfumado y, mucho menos, con los tiempos presidenciales en los que primero se alistó a cincuenta mil jóvenes y luego se espera la ley que apruebe a la Guardia Nacional sin que nadie explique cuáles son las diferencias con la gendarmería pretoriana de peña. 

Como en los tiempos de guerra más feroces cuando se les daba armas hasta a los niños para defender poblaciones enteras. No es esto lo que queremos para México.

La Anécdota

El poblano Bartlett, con 83 años a punto de cumplirse dentro de unos días, fue señalado por una larga serie de televisión, “la Guerra de las Drogas” su título en español, al finalizar el sexenio amoral de miguel de la madrid, fue citado por José Antonio Zorrilla como el autor intelectual del crimen contra Manuel Buendía en 1984. Zorrilla fue a la cárcel y el sujeto referido siguió su andar convirtiéndose en gobernador de Puebla por “dedazo” de salinas y la venia del súper asesor Joseph-Marie Córdova Montoya, el mismo que lleva en el alma negra la conjura contra Luis Donaldo Colosio.

Ahora Bartlett, traidor por antonomasia y cobarde hasta el mayor nivel, lanza un dardo venenoso acusando a Córdova por haber comenzado el desmantelamiento de la CFE privilegiando a su propia empresa, Proveedora de Servicios de Energía SA de CV. Un golpe que roza el rostro de salinas, el único ex presidente al que no había señalado López Obrador. 
Hay que ordenar los pensamientos y las pesquisas. No queremos más atole con el dedo. ¡A la cárcel los culpables!
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