Desafío

Desafío: De Buenos Amigos

  • De Buenos Amigos
  • La Hora Política
    Por Rafael Loret de Mola

Me jacto de tener buenos amigos; los de verdad, los de siempre, no son tantos como para organizar un festín multitudinario pero sé que puedo contar con ellos en cualquier circunstancia y me han tendido la mano durante mis mayores aprietos, como ahora cuando las presiones desde el poder atacan mi punto más débil: nunca he sido rico ni tengo capital para sobrellevar la existencia sin trabajar como tantos de mi edad.

Confío en ellos porque, aunque han existido traiciones venales –una, sobre todo, que cambió mi afecto por el perentorio poder-, siempre me provocan, a decir mío, porque no se callan al decirme la verdad. A veces me duele pero, por lo general, asimilo sus opiniones cuando las medito y ellos, también por lo general, aguantan algunos de mis estallidos a flor de piel porque, por desgracia, hago mías las afrentas de los gobiernos antidemocráticos que hemos padecido a lo largo de casi siete décadas de existencia. Figúrense. Por eso, les rindo honores en esta jornada cuando las copas se alzan –yo nunca me he emborrachado y lo digo con plenitud de conciencia-, apretando los sentimientos, los recuerdos y los grandes desafíos… aunque me hagan rabiar a veces porque no tengo atole en las venas.

Por eso me apena tanto Andrés, uno de quienes estuvo alguna vez cerca de mí y ahora se sitúa en el punto más lejano de mi afecto al punto de habernos declarado la guerra no solo por los diferendos constantes sino, sobre todo, porque lleva a la nación hacia derroteros temibles y el abismo de la bancarrota. Todo lo que me dijo no haría si llegaba a la Presidencia en 2006… y se mantuvo doce años más encerrado en su obsesión con el consenso de otros amigos, no quienes lucharon a su favor en principio –creo que solo queda Pablo Gómez, el más comunista del histórico Consejo Nacional de Huelga de 1968-, sino de los arribistas que se fueron sumando hasta incorporarse a su gabinete con todo y sus trapos sucios; el peor de ellos, su consejero casi espiritual –más bien demoníaco-, Manuel Bartlett, el asesino y ladrón.

A ellos son los que escucha el mandante-mandatario; únicamente a ellos, no a nadie que le lleve la contraria sino a cuantos son capaces de reverenciarlo sumándose a las mañaneras jornadas de manipulación –las mentirosas-, cada amanecer. Cada uno de ellos le canta al oído y le recita lo que quiere escuchar. ¡Y aquel que lo contradiga estará condenado de por vida al ostracismo, lejos de las ubres del presupuesto!

Al final, veremos quiénes son los amigos valiosos. Aquellos que, como en mi caso, no se guardan las verdades o sus criterios para confrontarse entre ellos, o los malditos aduladores que elevan a la heroicidad al más mentiroso, manipulador, farsante y cínico –además de los asesinatos apuntados a su cuenta personal sean por la pandemia mal organizada o por la política fallida de “abrazos, no balazos”-, de cuantos han gobernado al país.

Y el más nepotista además: miren que alegar a favor de su primogénito, el impresentable José Ramón, porque su esposa lo mantiene y no es funcionario público, raya en el ridículo y en las más ominosa complacencia de un padre hacia quien sabe ocioso, inútil, todo un cargamento de desvaríos. Y solo es una pequeña hebra del cargamento de pecados contra la nación atesorados durante un régimen deplorable.

Si queremos salvarnos de lo peor, de cuanto viene, ejerzamos el derecho constitucional para revocarle el mandato al titular del Ejecutivo. No hacerlo es tanto como traicionar a México, a nosotros mismos.

¡Feliz día de la amistad, Andrés! Aunque hayas perdido toda autoridad moral.

La Anécdota

Amigos del poderoso hay tantos que ya ni la simulación alcanza. Recuerdo, por ejemplo, a Fausto Zapata Loredo, fallecido en 2014, quien en Yucatán giraba como avispa alrededor del entonces presidente y hoy centenario Luis Echeverría -1970-76 en el cargo-.

–¿Qué hora es, Fausto?

–¡La que usted diga, señor presidente!

Pero nada peor a la sentencia del doctor muerte, Hugo López Gatell:

–El presidente –AMLO- no es un factor de contagio; es un factor moral.

Y cayó el iluso dos veces enfermo por COVID pese a sus tratamientos de élite en el Hospital Militar.


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