Desafío: Contra la Pared

*Contra la Pared
*Las Inyecciones
*Viejos Rectores
Por Rafael Loret de Mola


La confianza y la credibilidad no son sustentos de un gobierno contradictorio; sobre todo, la falta de seriedad y el exceso de popularidad, aunque a la baja hoy, para un presidente que, lejos de hablar comedidamente –y no me refiere al caló sino sencillamente a los términos que puedan extenderse coloquialmente sin necesidad de intérpretes y diccionarios-, opta por un almidonado discurso, no exento de chascarrillos, propio para aristócratas, entre ellos los criminales de cuello blanco apoyos predominantes de un gobierno sin conexiones con sus orígenes.

Veamos una promesa central: procesar a los ex presidentes predadores –a todos ellos menos al anciano echeverría-. Hace meses circulan en las redes sociales fotos y videos del señor Peña disfrazado con su novia sin que el mundo le importe; pese a ello, aseguran algunos de sus cercanos –guardias de seguridad para ser precisos quienes le aborrecen- que el predador mexicano está intranquilo porque las cosas están llegando demasiado lejos –la estafa maestra, claro, Odebrecht y la captura de Lozoya el soplón y otras lindezas de corrupción-, y que se siente inseguro y vulnerable porque el presidente López Obrador no parece querer respetar, y haría bien, su pacto de no agresión.

Falso o no, el mensaje está dando resultados sobre todo por la animadversión que provoca, como una urticaria, la actitud del señor peña ante los graves conflictos nacionales que dejó como herencia y la pésima imagen de nuestro país en el exterior.

Otro ejemplo: durante la amarga gestión del peñismo, una reunión con los “padres” de los cuarenta y tres normalistas desaparecidos –con frecuencia se olvida a los más de sesenta mil ausentes a causa de raptos, cooptaciones y redadas de las mafias-, no sirvió para atemperar el rencor acumulado de los mexicanos a trueque de sus promesas de unificar los mandos de seguridad nacional cuando nadie ignora que es la jerarquía militar la que

domina la perspectiva y a la residencia oficial de Los Pinos en una regresión que toca a 1968, primero, y a 1946, cuando el general Manuel Ávila Camacho cedió la Presidencia a los civiles. Los referentes son actuales porque son los oficiales y la soldadesca las que controlan el territorio nacional aun cuando sea imposible erradicar a los grandes capos y a las bandas de secuestradores. ¿Normalidad “institucional”?

Desde luego, nadie es capaz de responder a las grandes interrogantes cómo la que recala en la increíble negligencia oficial para dar versiones coherentes sobre los dramas conocidos y en las actuaciones del ejército que, en Iguala, entró a los hospitales en busca de normalistas heridos y colocó una enorme cortina de humo para pretender difuminarse detrás de ella. Mientras no se corra este velo ominoso será imposible descubrir las truculencias que guarda el general Salvador Cienfuegos Zepeda, ex secretario de la Defensa Nacional y, sin duda, uno de los grandes protagonistas del presente aterrador.

La Anécdota

Los rectores de la UNAM tienen un cierto parecido con los permanentes aspirantes a ser candidatos independientes: Juan Ramón de la Fuente Ramírez y Jorge Castañeda Gutman –el ex canciller foxista que nunca encontró un sitio exclusivo para él entre la izquierda y la derecha-. También inoculó el virus José Narro Robles, ex secretario de Salud, pero dentro del PRI acaso para darle las últimas paletadas, de lo que se encargaron Labastida, Roberto Madrazo y el no militante José Antonio Meade ahora en la mira del soplón.

De Juan Ramón puedo decir que fue mi condiscípulo en el Centro Universitario México y lo conozco bien; llegó a la secretaría de Salud, con Ernesto Zedillo en la Presidencia, por recomendación de su padre quien era, a su vez, el psiquiatra de cabecera de Nilda Patricia Velasco la “primera dama” de entonces; no niego que me irrita el numen de los títulos aristocráticos mexicanos y aplaudí a Beatriz Gutiérrez Müller por haber sepultado esta designación ominosa aunque solo haya sido de “mentiritas”.

Cuando pregunté a Peña Nieto, en su condición de gobernador mexiquense, su opinión sobre De la Fuente –“2012: La Sucesión”, Océano, 2010-, me respondió:

–Sé que fue un buen rector de la UNAM; pero no lo visualizo en ninguna otra circunstancia ni cargo.

Quería decir, interpretando las siempre ambiguas palabras de Peña, que no se había mostrado como un hombre clave en ninguna otra parte… y desde su salida de la UNAM, hace ya una década casi, tampoco.


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