Desafío

*De Males “Incurables  *Versiones Encontradas *Presidentes Enfermos

La demagogia es el mal mayor entre los dirigentes y jefes de Estado en el orbe. En ausencia de liderazgos sólidos, bien avenidos, sobran la palabrería hueca, la retórica fácil y la propensión terrible a simular las decisiones tomadas con interpretaciones segadas dispuestas para confundir a la opinión pública y descalificar a los críticos. Por desgracia, desde la llegada de ernesto zedillo ponce de león –minúsculas, por entreguista, y a quien llamamos, precisamente, el “gran simulador” publicando una obra con este título aún bajo los auspicios de Grijalbo en 1998-, la ruta hacia la antítesis de la democracia proclamada se ha ido ensanchando.

A falta del cambio prometido se nos vendieron lugares comunes y salidas falaces, incluyendo los chascarrillos de Vicente Fox, para hablar, entre otras cosas, del “freno” que el Legislativo imponía al ejecutivo panista, desde el 2000, con la idea de retornar hacia la senda del “mayoriteo” camaral favorable al presidente en turno, una manera de exaltar el autoritarismo, tan solo cambiando de colores partidistas, ante la incapacidad manifiesta para debatir con ánimo de modificar algunos criterios contrarios a las voces mayoritarias representadas en el Congreso. Esto es: la propuesta del señor Fox, electo sin impugnaciones mayores pese a la queja de un sector del priísmo dolido, fue la retomar las costumbres del poder que él rechazó, durante su campaña, para encaramarse en la silla presidencial. Lo mismo hacían los antiguos caudillos de la posrevolución.

Así, poco a poco, fuimos perdiendo igualmente la larga y sostenida lucha a favor de la soberanía nacional que nos legara el inmenso Benemérito. Marginada, como decíamos en nuestro espacio de ayer, la Doctrina Estrada –maravilloso documento en pro de la autodeterminación de los pueblos, redactado por el canciller Gerardo Estrada, en los tiempos del maximato, integrante del gabinete de Pascual Ortiz Rubio-, fuimos perdiendo el gran valladar de la razón contra el intervensionismo de las potencias del norte así como la pretendida y paulatina privatización de la administración y manejo del petróleo –estatizado en 1938 por una decisión patriótica de Lázaro Cárdenas del Río-, se propone restar al patrimonio nacional este bien con el cual nos hemos protegido del acecho de las naciones poderosas ávidas de retornar a nuestro territorio ara saquearlo.

En esencia es lo mismo: vulnerar nuestra mayores defensas –soberanía y riqueza del subsuelo-, para posibilitar con ello los afanes expansionistas de los Estados Unidos y el retorno de quienes, siempre, se han creído los conquistadores de México desde allende el mar sin percatarse de que nuestro país, como tal, emergió desde 1810 y logró su consolidación en 1867 tras la victoria de Juárez sobre las fuerzas de ocupación francesa atemorizadas por la estratégica y momentánea vinculación diplomática con los vecinos del norte: de allí la difamación permanente de la obra juarista por cuanto se refiere al Tratado McLane-Ocampo que jamás fue operativo, como el propio estadista, el más grande de la historia patria, calculó. Ganó la República, sí, pero a un costo muy elevado.

Por ello es preocupante no sólo el desconocimiento de la historia de los actuales dirigentes políticos, incluyendo al presidente Peña Nieto, sino igualmente la propensión a vender lo nuestro para obtener regalías momentáneas comprometiendo el futuro. Lo mismo sucedió bajo el salinato trágico cuando el secretario de Hacienda, Pedro Aspe Armella, se auto-exaltó al anunciar que se había alcanzado un superávit en la economía gubernamental gracias al alza de los precios del crudo, precisamente –no prevista en principio., y, sobre todo, a consecuencia de la oferta ominosa de decenas de empresas paraestatales, sobre todo Telmex, que luego sirvieron para impulsar hacia el olimpo de las grandes fortunas a los compradores quienes acabaron por imponernos tarifas lesivas, mayores a las de cualquier parte del mundo, por servicios básicos de comunicación; y cuando se fracasó, por ejemplo en cuanto a las concesiones para usufructuar las principales autovías construidas “en solidaridad”, la opción fue el “rescate” de los millonarios a costa del patrimonio general. ¿Hacia allí marchamos otra vez? Cuidado.

En materia diplomática, volvemos sobre el punto, el canciller actual, José Antonio Meade Kuribreña, de ideológica indefinida –hace unos días consulté con un destacado panista cuál consideraba que era la filiación del personaje y sólo se encogió de hombros como respuesta-, entre el panismo de calderón y el priísmo de Peña, ha dado fin a cualquier intento de reciprocidad, base fundamental para normar las interrelaciones entre las naciones, siguiendo el paso de sus predecesores –sobre todo el infausto Jorge Castañeda Gutman, fue secretario de Relaciones Exteriores al servicio de Fox y sus apetencias personales, pero igualmente Patricia Espinosa Cantellano, bajo el calderonismo encapsulado-, quienes fueron incapaces de defender los valores esenciales puestos en sus manos, lo mismo para expulsar al cubano Fidel de una reunión “cumbre” de jefes de Estado –en Monterrey-, que para asimilar los golpes bajos de poderosos, ambiciosos y mitómanos encumbrados como los venezolanos, tanto el extinto Hugo Chávez Frías como el actual mandatario Nicolás Maduro Moros, un clon del primero con ansias de ser considerado en la misma dimensión.

Hace poco más de una semana, como muestra, un avión particular mexicano fue derribado por la fuerza aérea venezolana con el argumento de que formaba parte de la red del narcotráfico… sin explicar cuál era su cargamento ni verificar la sospecha antes del incidente aun alegando que se le conminara a aterrizar. Tal debería confirmarse por tratarse de un acto hostil que, de tratarse de una nación poderosa como los Estados Unidos, podría dar lugar a una guerra bilateral con extensiones peligrosísimas. No es lo deseable, claro, como tampoco lo es la pobreza de una reacción humillante, que jamás pasa de las notas de protesta y la petición de explicaciones, siempre con cargo contra la solvencia moral y política del gobierno mexicano.

Imaginemos qué respuesta se habría dado de haber sucedido lo contrario: la caída, por ataque, de una aeronave venezolana en territorio mexicano. Más allá del poderío militar de un país u otro, seguramente la reacción de los sudamericanos hubiese puesto en juego, primero, las relaciones bilaterales con nuestro país; y, después, sin que pudieran esgrimirse razones de fondo, una beligerancia aguda con finales inopinados e impredecibles. Tal nos lleva, de nuevo, a discutir sobre la debilidad estructural de nuestro gobierno, lo mismo de las fuerzas armadas por ahora rebasadas en los puntos neurálgicos de la República, en fase de derrota ante el acoso interior… y exterior. Nada puede ser más grave.

¿O será que el mal mayor, con avance inexorable en el cuerpo político de nuestra patria, sea la evidente vulnerabilidad en ausencia de instrumentos para defender lo que es legítimamente nuestro? Si es así, la dimensión de los riesgos debe apuntarse como apocalíptica con los cuatro jinetes merodeando desde el norte y destruyendo cuanto ven y ambicionan. Lo dijimos en nuestro espacio de ayer.

La mentira, que acompaña siempre a la demagogia, se recreó igualmente cuando el director de PEMEX, el junior Emilio Lozoya Austin –no Texas, para que no sean mal pensados-, ensayó una suerte de respuesta al The Wall Street Journal, publicación estelar en Nueva York, en donde se expuso que la polémica iniciativa presidencial de reforma energética, en fase de compleja aprobación, debía traducirse como el propósito de nuestro gobierno de andar, con el crudo –aunque sea como una pantomima-, hacia el sector privado. El enredo de Lozoya fue monumental y sólo aseguró que tal versión es “una mentira”… porque lo dice él en plena recreación simuladora. ¿Y por qué, entonces, no se animan a incorporar algunas o muchas de las propuestas del proyecto de Cuauhtémoc Cárdenas –no el de Andrés Manuel que fue incapaz de apoyar a su antiguo mentor político siquiera para no fraccionar a la izquierda con los cantos de sirena de bartlett y acompañantes mafiosos-, ponderadas y suficientes para proteger, sólo eso, el patrimonio fundamental de los mexicanos?

Porque si de lo que se trata es de vender a trasmano para obtener dividendos jugosos durante el actual lapso sexenal, no olvidemos que después perderemos el dieciséis por ciento de los ingresos por cuanto producimos los mexicanos, sólo superados por cuanto genera la industria automotriz, en su conjunto un diecinueve por ciento, con merma considerable en los presupuestos gubernamentales de las administraciones sucesoras y sucesivas sean del PRI, el PRD, el PAN o la incipiente MORENA con afanes levantiscos en cierne. ¿O será que esta última instancia acabará venciendo ante la notoria ausencia de poder heredada por el panismo ineficaz y el priísmo corruptor durante los sexenios de salinas y zedillo?¿Nos debemos preparar para ello, de una vez por todas?

Mientras, el Canciller escribe cartas. Debiera cambiarse de denominación por la de “Gran Escribano Nacional”, con doctorado en la Plaza de Santo Domingo en la capital de México, y ser así coherente con sus malhadadas funciones actuales.

Debate

Vivimos en un país en donde las versiones encontradas asumen su rol de verdaderas desde la perspectiva de cada sector. Así, la derecha estima que las reformas son insuficientes; el priísmo de retorno –lo mismo se mueve en una dirección u otra asumiendo que su punto de equilibrio es el centro-, las celebra y aduce que son necesarias ara abatir la pobreza de la parálisis; y la izquierda, con matices extremos que incluso recalan en el radicalismo con los discursos lópezobradoristas, exige la defensa del patrimonio nacional sin maquillajes. Posiciones irreconciliables que, por cierto, no valen a la hora de asumir alianzas turbias, sea para ganarle al PRI en los estados o para vencer al PAN en el Congreso. Una verdadera batahola de inconsistencias.

Por ello, el director de PEMEX, el todavía bisoño Emilio Lozoya Austin, “desmintió” al informado The Wall Street Journal sobre la privatización del petróleo con un solo calificativo: es una mentira, dijo, y no argumentó más. Lo mismo ocurrió con el Canciller Meade cuando expresó su descontento por el derribo de un Jet mexicano en Venezuela: no debe exagerarse. En el fondo, desde luego, perdemos todos, esto es el conjunto de mexicanos sin detenerse en filiaciones políticas, efecto que anula el perdido proyecto para consolidar la gobernabilidad y vencer a los usos facciosos del poder. Estamos bastante peor que al principio. ¿Cuántas décadas hemos perdido ya en esta controversia?

Estamos mal, muy mal; y de malas. Si en los mercados internacionales se le da un golpe a los precios del petróleo, ¿cómo se salvará la economía nacional? Sería, por desgracia, una estupenda prueba para avizorar las consecuencias, caminando hacia el futuro, de perder una parte sustantiva de la riqueza histórica de la nación.

La Anécdota

México ha padecido otro mal endémico: la endeble salud de sus gobernantes. Juárez murió en Palacio Nacional como consecuencia de una angina de pecho provocada por una dieta excesiva en grasas de acuerdo a los dictámenes de la época; y Calles y Adolfo López Mateos, mucho más el segundo, padecieron tremendas jaquecas que intentaban amortiguar con dulceras convertidas en pastilleros esparcidas por el despacho presidencial. Don Adolfo consumía aspirinas por puños. ¿Y Fox? Sus depresiones, medio aliviadas con Prozac –el genérico es la antidepresiva fluoxetina-, le marginaron de las grandes decisiones a tomar dejándolas en la paralizante señora de las “muchas faldas”.

En la actualidad, no se sabe, con precisión, cuán enfermo está el señor Peña Nieto y cuáles son los tratamientos que siguen. La información al respecto debiera ser precisa y determinante. No lo será porque, en todos los momentos coyunturales, se le oculta la verdad a la opinión pública. Pero, por desgracia, la secuela sigue… sin citar a los alcohólicos victoriano “el chacal” huerta –igualmente en minúsculas por golpista y usurpador-, y calderón, el blindado de Los Pinos.

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MÉXICO ES EL GRAN ENFERMO POR LA AUSENCIA DE MÉDICOS, ESTO ES LA DIRIGENCIA POLÍTICA, DESTINADOS A ALIVIAR SUS MALES ENDÉMICOS Y LOS QUE VAN APARECIENDO. OJALÁ, SIQUIERA, PUDIERAN REDUCIR EL DOLOR CON ALGUNOS ANALGÉSICOS; PERO NI ESO. LO MALO ES QUE LA URTICARIA SE CONVIERTE EN CRISPACIÓN PORQUE LA CLASE GOBERNANTE PARECE APOSTAR POR EL VACÍO DE PODER, UNA VEZ MÁS. Y YA VAN, CON ÉSTA, CUATRO ADMINISTRACIONES QUE NO SALEN DE LOS RINCONES. ¿HASTA CUÁNDO?

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