Desafío

*Renuncia o Abdicación

*Sinaloa es ya Severa

*Las Caídas en Espiral

Fue el mismo día en distintos escenarios; uno, en petí comité; otro, ante las miradas de millones de seres humanos atenaceados por la propaganda “mundialista” desde Brasil. Lo primero significó el insólito relevo de la monarquía española pese a estar confrontada con el sesenta por cierto de quienes integran la ciudadanía española y, por ende, ésta hubiese preferido, desde ahora, la instauración de la tercera República; lo segundo, fruto de la soberbia que carcome hasta convertirse en mal terminal, colocó a la llamada “furia roja” en una reserva de esmirriados corderitos listos para el sacrificio y el ávido consumo de la prensa deportiva. Dos coronas se fueron y en España pocos hablan de la realidad.

Un gran amigo mío, economista en Bélgica, Bert Van Bergen, fue quien despertó mi curiosidad al enviarme sendos mensajes con tristes estadísticas: en 2011, en el finiquito de la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero, el Cuarto Reich –es decir la Unión Europea-, no tuvo más remedio que considerar que la crisis en la economía ibérica había retrasado ocho años la riqueza por habitante en comparación con las naciones miembros de la Unión reconociéndose que se había vivido en una “burbuja inflacionaria, sobre todo en el terreno inmobiliario; y ahora, tres años después, se habla de que la renta per cápita de cada español ya retrocedió dieciséis años si se hace la comparación dentro de la Unión Europea. Esto es, la comunidad con nuevo monarca, tan distraída en los eventos de la promulgación de Felipe VI, tras una larga dinastía de Borbones zánganos, expertos en escándalos maritales y en secretos de lo más curiosos –podrían incluso tener sangre mexicana, pero de esto ya les hablaré un día-, marcha a contrapelo de la democracia, de su esencia, al evadir un principio toral de la misma: el referendo, aunque la realización de éste puede darse en cuanto la nueva testa coronada comience a fracasar en su intención primordial de mantener la unidad de su país, de hecho ya roto.

En contexto así, es claro que España no puede sostener una Corona tras algunos años de apoteosis durante los cuales surgieron figuras inmensas en los renglones taurinos –José Tomás, Morante, El Juli-, y deportivos –la roja”, Fernando Alonso y Rafael Nadal, entre otros-, como símbolos de la pujanza mentirosa de un pueblo que se resiste a retornar a los parámetros de la miseria y teme que un cambio radical en el modelo del Estado los lleve, de nuevo, a los horrores de la guerra civil por cuanto, en apariencia, los bandos se dividen por mitad y sólo una franja mínima resuelve las controversias electorales situándose de un lado u otro. Lo que se evidencia es que ya no puede continuar más la farsa ni las reverencias entre y a los aristócratas, como si fueran superiores sólo por sus títulos nobiliarios y no por méritos personales de ninguna especie –en realidad el equilibrio social es fundamental para desterrar la soberbia de las distintas clases de gobernantes-, en un entorno que reclama igualdad plena y no admite más las falacias derivadas del “derecho divino de los reyes”, una advocación obviamente creada ad hoc para mantener a los tiranos con ropajes imperiales.

En nuestro país, por el camino de la traición, padecimos ya a dos falsos “emperadores” y a dos dictadores implacables. Pero, si leemos las entrelíneas de la historia nos revelarán que los primeros fueron tan fugaces como sus ambiciones descocadas de dominio; y los segundos, autócratas per se, Antonio López de Santa Anna y Porfirio Díaz Curi, permanecieron largas décadas, incluso dejando y retomando el poder cuando así lo decidieron como si los mexicanos hubiesen perdido su dignidad política hasta los terrenos de la castración civil. Suena tremendo; lo es. Pero, cuando menos, a los “emperadores”, primero el ladino de Agustín de Iturbide y después el enajenado barbado de Miramar, cuya sangre de Habsburgo terminó derramándose en el Cerro de las Campanas, nuestros ancestros los pusieron en su sitio, en el basurero mayor de la crónica republicana posterior. Este hecho nos vindica lo mismo que conocer que los dictadores, Santa Anna y Díaz, fueron arrojados del poder con violencia, hasta terminar, el rimero, como un menesteroso a quien todos le volteaban el rostro, y el segundo, exiliado en Francia añorando los campos de Oaxaca, su entidad natal. Nos lo sacudimos, vamos, a los cuatro, aunque los segundos se impusieran por más de tres décadas.

Allende el mar, cada vez que se ha proclamado la República, bajo la fortaleza de un pueblo ahíto de concesiones monárquicas, los signos ha sido la sangre y la crueldad. Se alega, a cada rato, que los ejércitos fratricidas, el nacionalista de Franco y los “rojos” republicanos –a quienes debían representar los tibios, más bien cobardes, miembros del Partido Socialista Obrero Español quienes alzaron las manos para escoger el camino de la abdicación real y la llegada al trono de Felipito-, cometieron, por igual, atrocidades similares. Pudiera ser que fue así –los “rojos” se concentraron en perseguir a los religiosos, entre quienes seguramente había algunos pederastas para no romper la costumbre; y lo señalo como católico que soy-, pero lo que hizo la diferencia fueron los asesinatos y ejecuciones a mansalva ordenadas por al autócrata Franco que pomposamente se hizo llamar “el caudillo” como Santa Anna, en la cúspide de la miseria humana, se nombró “Alteza Serenísima”… si bien en ninguno de los casos de los impostores mexicanos hubo sucesiones dinásticas. Félix Díaz lo intentó y fracaso como un niño de pecho bajo el peso igualmente de la traición y la repugnante usurpación del “chacal” victoriano huerta márquez.

Tales son las diferencias y nos son favorables a pesar del permanente dolor por la miseria y el horror de la violencia actual por efectos de un juego de espejos en torno al narcotráfico cuya operatividad protege by demanda el gran gigante del norte, siempre listo a lanzarnos una dentellada criminal… como en Veracruz y Chapultepec, luego de que Pedro María Anaya entregara la plaza en Churubusco por falta de “parque”. Le faltaron piedras y lanzas, mordidas, todo, para evitar la afrenta histórica que más nos avergüenza: el ondear del infamante lábaro de las barras y estrellas en el asta mayor de Palacio Nacional. Pese a eso, la fatalidad no fue permanente ni podemos avergonzarnos de la bravura de quienes nos dieron, al fin, patria y libertad. En cada caso y situación, México renació con orgullo y sin haber macerado su propia conciencia nacional; España, no.

Del otro lado del “mar océano” han padecido reinados inocuos y tiranías inextinguibles. Franco, el más perverso de los ibéricos, murió cómodamente en su cama sin la menor chispa de rebelión sino incluso hasta con aire de tristeza y nostalgia en muchos de sus gobernados… temerosos de que su partida pudiera recrear los escenarios violentos, brutales, de los enfrentamientos entre hermanos de la década de los treinta del siglo pasado. Fue el miedo lo que les hizo llorar y es el miedo el que los mantiene en la parálisis con un nuevo Borbón en el trono jamás legitimado por su pueblo. Terror, sí, a la sangre por derramarse, que será más abundante en cuanto sea mayor el saldo negro de la monarquía y sea necesario llegar a los extremos indeseables en vez de dar salida a la modernización ineludible. Si no se quiere ser un referente de caducidad, claro, es menester, desde ahora, poner los puntos sobre las íes antes de que el nuevo rey, Felipe VI le nombren, sea arrasado por las oleadas -verdaderos tsunamis- de la realidad sin más salida que un cetro y una plebeya otrora… republicana, como señala su propia biografía.

Pero, ¿es lo que quiere España, los españoles? Me consta que no. Y así como la muerte de Franco, en su recámara del Palacio del Pardo –allí donde pasó dos noches el presidente peña nieto y acaso pudo encontrarse con el fantasma socarrón del dictador para desgracia nuestra-, se dio bajo sus reglas y sus imposiciones, como el retorno de los Borbones pero señalando él al sucesor pasando por encima de su contemporáneo Don Juan, abuelo del actual monarca, la abdicación de Juan Carlos y la promulgación de Felipe son demostración fehaciente de que las inercias en la península ibérica sólo se rompen cuando ésta se divide, como está a punto de ocurrir en Cataluña –listo el referendo soberanista “anticonstitucional”-, y el País Vasco en donde nadie una enorme cantidad de independistas es capaz de estrecharse a través de 123 kilómetros, entre Pamplona y Vizcaya, para extender así la controversia hasta Navarra con la exigencia de integrarla a la “nación” vasca, muy lejos de ser ya “las provincias vascongadas” de otros tiempos.

Debate

Lo advertimos y se cumplió. El aviso de Fausto Vallejo acerca de que debía someterse a un nuevo análisis médico, era el prólogo de su abdicación que, en términos republicanos, se denomina licencia –porque los cargos públicos son irrenunciables- si bien equivalen, de hecho, a una renuncia en toda forma a ejercer los poderes estatales en una especie de virreinato en donde manda el enviado del centro, el también enfermo Alfredo Castillo Cervantes -una advocación por sus patronímicos a la España fracturada de nuestros días… hasta en el fútbol-, en condición de comisionado “plenipotenciario”, con todos los derechos hasta para sitiar al mandatario local constitucional exhibiendo las fotos de su hijo con Servando Gómez Martínez, La Tuta, rey de los templarios a partir de la “familia michoacana”. Sólo entre gángster, sin ofender a nadie, hay sucesiones dinásticas como en la Iberia otrora brava en donde la (in) justicia, popular y orgánica, prevalece.

Es curioso hacer el recuento, pero válido. Los muertos-vivos del narcotráfico, por ejemplo, trasladan sus poderes a sus herederos mientras los funcionarios claudican sin remedio ante la fuerza de las mafias intratables y, además, protegidas por la Unión Americana en donde los cargamentos de drogas circulan por sus amplias autopistas sin la menor molestia… hasta la distribución de las mercancías del mal. Ni modo que sigan tapando el sol con un dedo bajo engaños monumentales.

Pues bien, el final de Vallejos puede ser un mal augurio de pasos similares en todos los niveles de gobierno infectados por los virus del mal, es decir de la enfermedad. Ya no se trata de uno o dos sino de un grupo influyente acosado por diversidad de enfermedades, intensas y progresivas. De allí que la salud del presidente peña nieto sea observada como un asunto de seguridad del Estado cerrándose sus expedientes médicos… sin percatarse, quienes ordenaron tales medidas, del daño que pueden causar cuando el desenlace sea inevitable y bno se bhayan tomado las debidas precauciones.

En fin, abdicaciones, renuncias disfrazadas de licencias y enfermedades están cebándose con los hombres públicos. Ya es hora de investigar, en serio, los verdaderos orígenes.

La Anécdota

En Sinaloa se pusieron valientes y prohibieron la entrada de las papas estadounidenses a nuestro territorio. Y es la primera vez que respondemos a los múltiples boicots de la Unión Americana contra nuestros productos y mercancías perecederas, incluyendo las del mar. Por fin, una nota reveladora de cierta emancipación, desde una entidad con fama de ser cuna y exportadora de narcotraficantes bajo un gobierno deambulatorio entre las mafias y que surgió de una de tantas alianzas turbias.

El hecho es que dimos un paso importante… en espera de las reacciones virulentas de los todopoderosos del continente. Pese a todo, el antecedente sirve y vale. Y así debe seguir siendo.

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WEB: www.rafael-loretdemola.mx

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com

NINGÚN GOBERNANTE, EN EL ENTORNO ACTUAL, DEBE NI PUEDE CONFIARSE EN EXCESO. LAS AGUAS ESTÁN MUY REVUELTAS POR TANTAS MAREAS SUBVERSIVAS Y NO SÓLO EN MÉXICO. ESTÁ CLARO. LO LASTIMOSO ES, SIEMPRE, QUE SE DESDEÑE A LA OPINIÓN PÚBLICA Y COMIENCEN A ATAJARSE LAS CONSECUENCIAS CUANDO YA ES DEMASIADO TARDE. POR ELLO, RESULTA AGOBIANTE EJERCER LA CRÍTICA ANTE UNA CLASE POLÍTICA TAN PREPOTENTE QUE OPTA POR NO ESCUCHAR.

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