Desafío

*Sociedad Levantisca

*Debemos dar el Paso

*¿Y los Ferrocarriles?

Ya viene el Mundial de Fútbol en Brasil y la presidenta del país, Dilma Rousseff, no parece capaz de detener la oleada de protestas comunitarias, acaso indignadas por pasar hambre mientras se gastan millonadas, por exigencia de la mafiosa FIFA –una de las instituciones con mayor fuerza multinacional del presente-, en la adaptación de los estadios y demás infraestructura, como centros de prensa y accesos viales, que han rebasado al país anfitrión y avizoran un oscuro panorama de cara a otro compromiso: las Olimpiadas de 2016. Se observa imposible que en apenas dos años sea capaz el gobierno carioca de pagar las deudas contraídas e iniciar una nueva, escandalosa escalada de gastos supuestamente deducibles por la propaganda turística. Pero no así alcanza.

Los hechos actuales tienen enorme parecido a las condiciones que pesaron, en México, en las vísperas de los Juegos Olímpicos de 1968 –me dicen que este término es el correcto porque el anteriormente usado, ya acreditado por el uso y la tradición, se refiere al lapso en el cual no se realizan competiciones-, con gustavo díaz ordaz en la Presidencia y el ejército en las calles dominando los escenarios con evidentes conatos de golpes de Estado por fortuna detenidos por la lealtad del entonces jefe de las Fuerzas Armadas, el jalisciense general Marcelino García Barragán. Así y todo, a los líderes políticos no dejaba de asombrar que el movimiento estudiantil pareciera dispuesto a evitar la magna justa cuando, por obvias razones, los jóvenes tendrían que haber estado felices por el evento… si hubiesen contado con ingresos suficientes para acceder a algunos de las competencias o a las ceremonias, entonces lujosas –bastante nimias al lado de lo que hoy se demanda-, de inauguración y clausura.

Recuerdo aún las voces unidas demandando, como una sola: “No queremos Olimpíadas, queremos Revolución” de centenares, miles de universitarios, sobre todo después de la absurda masacre de Tlaltelolco, apenas diez días anteriores al encendido del pebetero en Ciudad Universitaria, cuando los “granaderos” y el “ejército”, olvidándose la autonomía de la Universidad Nacional, entraron al territorio de la máxima casa de estudios so pretexto de proteger a los asistentes a la sede central, de fuera y los privilegiados de dentro, con el visto bueno de Los Pinos. Fue penoso que miles de sitios fueran cubiertos por personal militar, vestido de civil, para proteger a un mandatario repudiado pero no maltratado durante la hora de los discursos –apenas hubo silbiditos- a diferencia de lo ocurrido con miguel de la madrid en 1986, en ocasión del segundo Mundial de fútbol organizado por nuestro país.

A la larga, los mexicanos salimos perdiendo y pocos réditos nos dejó la experiencia porque privaron las interrogantes sobre la estabilidad política de la nación sobre las luces de los Juegos cuyo brillo llegó a las masas cuando el famoso Felipe “El Tibio” Muñoz ganó la presea dorada en los doscientos metros de nado de pecho. Tal unió más a una comunidad brutalmente ofendida que los miles de llamados oficiales a comportarse con corrección para exhibirnos como una comunidad civilizada con los brazos abiertos: “ofrecemos y deseamos la amistad con todos los pueblos de la tierra”, era el eslogan oficial por el cual también se bautizó a la rúa hacia la Villa Olímpica como el Paseo de la Amistad. Una imagen contrastante con la que habían atestiguado decenas de corresponsales extranjeros quienes contaron la historia del genocidio mientras la mayor parte de la prensa vernácula callaba o desvirtuaba los hechos vergonzosamente.

De allí que quienes contamos con memoria –a buena parte de los mexicanos de hoy no se ha informado del verdadero origen de la tragedia que cercenó el espíritu juvenil de lucha por varias décadas-, observemos con preocupación, y gran interés por supuesto, el desarrollo de las protestas en las ciudades más pobladas de Brasil y en donde se corre para dejar listos los enormes monumentos futboleros aun cuando sea imposible terminarlos al cien por ciento; de ser así, el diez por ciento restante quedará bajo la inercia muy al estilo mexicano. (Aquí la remodelación de una avenida, digamos la metropolitana “Presidente Masaryk”, llevará, cuando menos, un año y medio; y, la realidad, es que se avanza a paso de tortuga por la desidia de los constructores, también de los obreros, porque prefieren asegurar chamba a largo plazo y no quedar, de nuevo, en la desocupación. Es muy posible que el mismo fenómeno se esté dando en Río de Janeiro con todo y su espléndida Copacabana y la exhuberancia de sus mujeres que se vende como uno de los grandes atractivos “turísticos” de la Copa).

En ese torbellino en el que está inmerso gran parte de Latinoamérica –el repudio al presidente Nicolás Maduro Moro en Venezuela parece imparable y comienzan a surgir condiciones parecidas en Argentina, Colombia y otros países más en donde parece haberse perdido el rumbo democrático por la política facciosa, la de grupos mediatizados e intolerantes, que únicamente operan por la inercia de sus propios intereses sin sopesar los de los colectivos o pretendiendo representar a “todo México” desde la perspectiva de un 30 ó 35 por ciento de los electores, esto es sólo un veinte por ciento de los empadronados, uno de cada cinco. Las mayorías, que guían a cualquier escenario democrático, han desaparecido del horizonte mexicano. Y así, en todo.

Por eso, al mirarnos al espejo, se nos aparece las oleadas crecientes de irritación popular en Brasil y otros pueblos centro y sudamericanos en donde la política, con el arma de la demagogia, ya no resulta un buen contenedor. Nada de eso si aceptamos el hecho, durísimo, de que el fútbol y las especialidades olímpicas se han convertido en prioridades sobre la injusticia, la desigualdad y la marginación en buena parte del planeta, no sólo en el llamado “tercer mundo”, de hecho relegado de las grandes decisiones económicas aunque algunos gobiernos latinos formen parte del Grupo de los Veinte para exaltar la ambivalente circunstancia de mantener finanzas “sanas” e influir con ello en la operatividad del sistema global.

¿Valen la pena los dispendios para entretener a las audiencias universales, enriquecer a las multinacionales anunciantes y a las televisoras que venden los espacios –en México, la controversia se ha convertido en una verdadera guerra entre gigantes con dos polos definidos, Televisa y el Grupo Carso, y uno más protegido con escándalo, Azteca, precisamente el que sobresale de los anteriores por sus comportamientos amafiados sin que ello exculpe a los primeros-, convirtiendo a los millones de usuarios en rehenes permanentes de las cortinillas propagandísticas, como aquella porrista de 1986 que enloqueció a los mexicanos al ritmo de sus prominentes senos, y de los partidos insulsos, con escasa brillantez en su mayor parte, y desenlaces previsibles desde mucho antes. Por ejemplo, son pocos quienes creen que la selección tricolor pase de la primera fase y ninguno espera que supere la segunda en el mejor de los casos. ¿Para qué, entonces, la inmensa parafernalia montada como cada cuatro años? Nadie responde.

Queda más que evidenciado un hecho: debajo de la mesa de la FIFA se manejan enormes fortunas, acaso algunas de ellas non santas ni con liga alguna con los ideales del juego limpio –cada vez más hipotético porque la barbarie en el uso de los botines supera la prudencia y la lealtad deportivas-, y la hermandad a través del deporte. Dijéramos que impera un criterio como en de Las Cruzadas que, en su intento de “rescatar la tierra santa” –lo que es hoy Israel-, llenaron de sangre las rutas de la Europa medieval. Así con el fútbol y su Mundial al que se oponen buena parte de los brasileños –acaso un número mayor a los que operan y esperan con ansiedad los encuentros-, no porque no les guste el deporte –está muy claro la importancia del balompié en estas tierras- sino, sencillamente como muestra de indignación ante la latente desigualdad y el indecoro de dejarse llevar, hasta los extremos, por una transnacional, la FIFA, a la que nadie audita no nadie pone trabas… creyendo que siempre traerá más beneficios que pérdidas. ¿Ha sucedido algo en Sudáfrica a no ser de la muerte del gran Mandela desde hace cuatro años? Nada trascendente para la economía general ni para el bienestar colectivo.

Las mentiras, los deslumbres y las manipulaciones pretenden imponerse a la lógica elemental.

Debate

Lo que coloca en jaque mate a nuestro singular sistema político, a pesar de sus inercias prolongadas, es la pérdida de un presidencialismo con características de símbolo, más que de institución ejecutiva, por cuanto a sus condiciones paternalistas. El presidente como rey sexenal, sometido al perentorio lapso como nunca limitante a su poder omnímodo, dejó de serlo cuando el pueblo perdió el respeto por la investidura y dudó de la legitimidad de su representación. Al daño infringido por los gobiernos populistas de las décadas de los setenta y los ochenta, sobrevino uno mayor, el de la tecnocracia movida por inspiración anglosajona, y otro todavía más grave: el de una alternancia frustrada por la inoperancia, la torpeza y la incapacidad amén del miedo a gobernar.

Por eso el presidencialismo ha perdido sus fueros populares aun cuando mantenga los políticos y sea todavía un instrumento de poder tan grande como para sostener, contra la opinión de buena parte de los mexicanos, una guerra absurda que no ha alcanzado abatir el consumo y tráfico de drogas pero sí a más de cien mil víctimas, muchas de ellas inocentes en poco más de cuatro años; en cambio, el publicitado ETA vasco, insisto, aniquiló en cuarenta años a poco más de ochocientos españoles. En la comparación, lo sucedido a través del gobierno de Calderón es, sencillamente, monstruoso.

De allí nuestra insistencia en pro del parlamentarismo con el cese del presidencialismo empeñado en conservar la jefatura del Estado y la del gobierno, con escaso éxito en las últimas experiencias cuando tanto se ha lastimado a los mexicanos. ¿O se pretende acaso desestabilizar al país para posibilitar los sueños de los conquistadores, sean los del norte o los de allende el océano, una vez más? Porque, sin duda, las directrices desde Los Pinos ya no funcionan ni por la célebre “Puerta Cuatro”.

Demos el paso, de una vez; es el momento. Siquiera aprovechemos los debates ineludibles para plantear el tema central: la reforma integral del Estado, que se mencionó por primera vez en 1994 unas cuantas semanas antes del magnicidio de Lomas Taurinas. Apostemos por un parlamentarismno eficiente con la rectoría de un jefe de Estado salido de las mismas entrañas del Congreso. Pero no andemos más hacia la nada.

La Anécdota

Otras diferencias con España. Allá, el desarrollo de los ferrocarriles de alta velocidad es uno de los baluartes para intentar evitar la desintegración regionalista que salpica por cada franja de la península. Aquí, las estaciones se han convertido en museos o están simplemente abandonadas; dan pena.

Allá se habla del AVE –Alta Velocidad Española- con justificado orgullo; aquí, tendremos que hablar de los avestruces que meten la cabeza dentro de la tierra para ocultarse de quienes les cuestionan por qué se dejó morir a nuestros ferrocarriles para dejar sólo a los de carga en manos de la Union Pacific de la que es consejero ernesto zedillo… también en complicidad con el Grupo México, asesino de mineros. Ya luego hablaremos de los socios.

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Web: www.rafael-loretdemola.mx

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx

PARLAMENTO Y COMUNICACIONES, DOS DE LAS GRANDES PRIORIDADES DE LOS MEXICANOS DESATENDIDAS Y BLOQUEADAS. POR UNA PARTE, LOS CACICAZGOS CAMIONEROS, ENCABEZADOS POR LOS HANK, LOS FIGUEROA Y LOS BRIBIESCA SAHAGÚN, ENTRE OTROS, INCIDEN EN LA CADUCIDAD FERROCARRILERA PESE A LOS CANDADOS QUE OFRECIÓ ABRIR EL PRESIDENTE EN CURSO. POR LA OTRA, SE ESTÁ REGRESANO A LA ÉPOCA DEL “GRAN LEGISLADOR” EN DONDE EL MANDATARIO FEDERAL IMPONÍA SUS INICIATIVAS BASÁNDOSE EN CABILDEOS, COOPTACIONES Y FELONÍAS.

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