Desafío

*Apología Vandálica

*Las Guerras Sucias

*Dónde ir con Niños

Los vándalos no aparecieron de pronto si bien sus orígenes podría remontarse a la edad de las cavernas, cuando cada día era un desafío a la supervivencia y quien llegaba a viejo lo lograba por sabio o por cobarde, pero no más de los cuarenta años; digamos, el mismo tiempo que, en promedio, se calcula las perspectivas existenciales de los mineros mexicanos obligados a someterse a condiciones infrahumanas, con salarios ínfimos, mientras las empresas mineras –encabezadas por los tres mayores multimillonarios del país, los Slim, los Larrea-Mota Velasco y los Bailléres-, acaparan riquezas e invierten en distintos rubros, como los ferrocarriles, en plena eclosión de complicidades con quienes gobiernan. Todas las facilidades son para ellos, pero ninguna indagatoria sobre el origen de sus fortunas. ¿A éstos defienden los órganos de seguridad cuando reprimen?

Hace unos días, me asombré con las propaganda de Ferromex, el nuevo juguete de Germán Larrea, acerca de un recién estrenado “vagón de la salud”, si bien se trata, al parecer, de un tren entero, destinado a visitar, con un grupo de médicos viajeros permanentes, las comunidades con mayor índice de pobreza en las rutas ferroviarias, por lo general abandonadas desde hace ya varias décadas al grado de que, por ejemplo, en Aguascalientes y otras estaciones de gran movimiento otrora, se han construido parques temáticos con la historia de las mismas y una sólida percepción sobre cuanto influyó el sistema ferroviario en nuestra traicionada Revolución. Esto es: museos a cambio de asfixiar las comunicaciones sobre las vías, la mayor parte de ellas construidas durante el porfiriato, tan condenado por privilegiar las obras materiales sobre los valores de conciencia –libertad, igualdad, democracia-; ahora, si observamos al régimen en curso no tenemos ni unas ni otros. Nos atoramos.

El tren de la felicidad, perdón de la salud, al amparo de las nuevas relaciones de ernesto zedillo ponce de león con las empresas ferroviarias del exterior y ahora también las derivadas del criminal Grupo México, podría ser destinado, más bien, a un canje razonable, esto es por hospitales en los centros neurálgicos de la minería, digamos Pasta de Conchos, Coahuila, donde sesenta y cinco cadáveres convirtieron en camposanto los túneles de la ignominia, para siquiera compensar en algo la tragedia de miles de familias y obreros destinados a muertes prematuras, en el mejor de los casos, o a nuevos “incidentes” que explosionan cualquier síntoma de buen gobierno para solaz de los empresarios con enorme poder económico. ¿Sorpresa? Sólo no mira quien no quiere y, al parecer, el presidente peña nieto está entre éstos.

Es tiempo, otra vez, de vándalos. En Guadalajara, el flamante estadio que la pasión futbolera construyó, se cubrió con la violencia sorda, estúpida, por efecto de un encuentro en dos equipos tapatíos; de alguna manera, había dolor por la diferencia de clases porque los partidarios de uno de ellos vienen de adineradas familias –el Club Atlas tiene instalaciones primermundistas y alguna vez me invitaron a dar una conferencia en su auditorio; fue, entonces, cuando varios reporteros me preguntaron si sabía que por ese solo hecho mucha gente no iría, como sucedió, a la plática-, y el otro, popular por excelencia, combina sus confines de barbacoa con sueños e ilusiones por trascender más allá de cuanto realicen los “héroes” del balompié. En lo personal, confieso que recuerdo más nombres de la antigua ola que de la nueva: Isidro “El Chololo” Díaz, Salvador Reyes, Jaime “Tubo” Gómez, Arturo Chaires, Guillermo Sepúlveda, Juan Jasso, el “Jamaicón” Villegas y Héctor Hernández, entre otros.

Luchaban con el corazón y la galería les acompañaba sin necesidad de desfogues turbulentos, como los de hace dos semanas, ni actitudes antideportivas porque eran, sobre todo, atletas de verdad. ¿Acaso fue el célebre “Maracanazo” en Brasil, en 1950, cuando Brasil perdió “su” Mundial ante Uruguay, el detonante del dolor canalizado hacia la violencia, incluyendo suicidios de jóvenes? No puede precisarse, pero sí que, en cada época, la miseria, el abandono, el hambre y las frustraciones cotidianas convocan a quienes menos tienen para la catarsis en los verdes campos del juego creado por los británicos, de acuerdo a ellos mismos con espíritu siempre colonizador y dominante hasta los límites del raciocinio.

Y en Pachuca, tierra de mineros, los ingleses de las grandes empresas hicieron de las suyas persiguiendo la pelota y cocinando los “pastes”, las empanadas con personalidad. Así surgió la afición por este deporte, entre dos extremos siempre: la visión de cuantos tienen todo y la de aquellos que carecen de lo indispensable pero no de sus fantasías por escalar la cumbre social con la fama que rodea, de manera perentoria, a los ídolos que, en su mayor parte, caen de sus pedestales en cuanto el vicio o el juego, o por las malas inversiones, los destruyen. Y, la verdad, sólo los muy bien conectados –con las mafias, digo- perseveran incluso para apoyar a sus vástagos bautizados en los idus de marzo, cuando asesinaron a Julio César, en Roma, por los integrantes de un Senado que se decía pro-demócrata y acabó siendo, igualmente, vandálico. Luz y sombra, siempre.

Decía Andrés Manuel López Obrador en sus días como jefe del gobierno defeño, y lo sostiene aún a diferencia de quienes los rodearon y cobijaron entonces, que la miseria urbana es proclive a la industria del crimen, esto es: quienes no tienen satisfechas sus necesidades existenciales básicas tienden, claro, a buscarse el sustento cómo sea. Les pongo una muestra: hay duelo mundial por la desaparición del rinoceronte negro. Yo también lo lamento. Sin embargo, ¿alguien se atrevería a juzgar a quienes cazan por hambre a cuanto animal se les atraviese por el camino? No es el caso, claro, de los predadores mercenarios que comercian con pieles y marfiles, como si de diamantes se tratara, dispuestos a mercadear lo que es propiedad de la naturaleza y de cuantos gozamos de ella. Aquí estamos hablando del hambre.

Pero, ¿en los estadios futboleros pervive el hambre? No se trata de revisar si la eterna comida “chatarra” es síntoma de abundancia sino de explicar el fenómeno social que lleva al desfogue masivo, igual que en las calles durante las manifestaciones y los desafíos cada vez más insolentes contra las diversas corporaciones policíacas, al rencor comunitario y a la necesidad de sentirse protagonistas aun cuando sea a través de la violencia. ¿Acaso no es lo que enseñan las series exitosas de televisión que difunden cómo se obtiene y ejerce el poder, lo mismo en la Casa Blanca, el Kremlin… o Los Pinos, aunque las historias de la residencia mexicana estén bajo siete candados como el expediente médico de peña nieto?

Aunque las generalizaciones son pésimas, los brotes de vandalismo deben ponernos en alerta roja. No estamos ante una cuestión circunstancial sino frente al espejo de una dolorosa realidad que carcome por dentro y atenacea el espíritu cuando las telenovelas de moda siguen planteando cómo se vive en las casonas de los millonarios y cuál es el destino de una servidumbre siempre agobiada porque, en cualquier momento, acusados con o sin razón, puede ser arrojada a la calle. Y de allí a la protesta y al odio sólo hay un escalón más. ¿No lo entenderán así quienes habitan en las mansiones de Tecamachalco o Las Lomas, en el estado de México y el Distrito Federal? Por desgracia, no; y eso acelera el drama ya incubado sin que, por supuesto, deseemos llegar al extremo de la subversión.

En fin, creo, de firme, que la casta política actual no sólo siembre miedo, terror, sino además son ejemplo de vandalismo contra sus oprimidos, tanto o más que los chamacos rijosos de las camisetas rojiblancas a raya. Sólo que éstos son captador por las cámaras y los predadores gubernamentales destruyen escondiendo las manos con las que, por ejemplo, aprobaron las reformas recientes, sin conocerlas a fondo, por seguir la línea de sus dirigencias afines a la Presidencia y en desdoro de la autonomía del Legislativo. ¿Hemos avanzado entonces?

Debate

Asegura el presidente estadounidense, Barack Hussein Obama, que no habrá “guerra fría” con Rusia por la anexión de Crimea y las amenazas contra la dividida Ucrania de la que se desprendió la isla del conflicto. Nadie le cree, pero lo dice. Sucede que se han cambiado los términos y, según Jeremy Scahill, debemos mencionar a hora a las “guerras sucias”, en plural, en donde no necesariamente se derrama sangre pero si la dignidad y la soberanía de las naciones que no coinciden con los criterios de la Casa Blanca. Por ello, también, surge la pregunta sobre por qué el mundo “odia” a los Estados Unidos y la respuesta llega con facilidad: por no respetar, jamás, las idiosincrasias ni las culturas que le son extrañas. Hamburguesas por tortas.

En estos momentos, el conflicto en Crimea, en apariencia resuelto por un referéndum posiblemente engañoso –quienes no están acostumbrados a la democracia aprenden primero los vicios de los falsos demócratas-, no es el único en donde el gobierno de Washington aplica la nueva modalidad. Deben contarse, igualmente, las tormentas bélicas en la pobre y devastada Afganistán, Yemen, Somalia, Pakistán, Irak, Centroamérica, Arabia Saudita así como las naciones asfixiadas por la “guerra de las drogas” que está presente, en México, desde la década de los ochenta cuando miguel de la madrid, y su entenado manuel bartlett en Gobernación, negociaron abiertamente con las mafias y cárteles para subsanara con dinero sucio la ausencia de obras públicas. Cancún y sus inversiones millonarias es un buen ejemplo de ello.

Vivimos, por desgracia, en un mundo con tremendas simulaciones y manipuleos al gusto de los poderosos; y si a eso le sumamos la falta de interés colectiva en la información, la que se escapa de las fuentes oficiales sobre todo, podría explicarse, sin justificarse nunca, el tenor creciente de las “guerras sucias” uno de cuyos objetivos es nuestro país, visto como un botín si sigue andando hacia el “estado fallido”.

La Anécdota

Varios amigos de esta columna me enviaron un montaje fotográfico en el que se aprecian dos escenarios: la primera, de infantes aterrados en la tribuna del Estadio Jalisco mientras los jovenzuelos se dan de golpes; y unos pequeños, alegres, sentados en la Plaza de toros México en donde han integrado “la porra de niños”. Sin pretender utilizar una desgracia para publicitar otro espectáculo es necesario puntualizar que, en todo caso, debe prevalecer la cordura y el respeto a los derechos de los demás.

Vaya el siguiente recordatorio a mandatarios, como el nebuloso poblano Rafael Moreno Valle, quienes no entienden las raíces del toreo ni quieren hacerlo. No se trata de sublimar el supuesto “tormento” a los toros de lidia, cuya composición genética para la pelea, la bravura, es razón por la cual la multitud se entrega y la homenajea como no ocurre con ningún otro irracional, ni siquiera las mascotas más queridas cuyo cautiverio es visto como “natural” cuando no existe bien mayor a la libertad.

Y, con la libertad como esgrima, ya basta de cursilerías vanas como las protestas contra cualquier manifestación artística que utilice animales considerando que, en muchos casos, es una forma accesible para el enriquecimiento sobre la naturaleza y el conocimiento de otros seres vivos para la formación de nuestros hijos y nietos. En resumen: yo no conozco a nadie que, por su condición de aficionado a los toros, haya desarrollado la violencia que, en cambio, generan la injusticia, la persecución a las ideas y las afrentas contra la sociedad en todos los niveles. Pongamos fin a las falacias.

 

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