Guillermo Robles Ramírez

Carencias de muchas familias: independencia y control

Por Guillermo Robles Ramírez

Siempre se ha dicho que no existe un diccionario o menos una enciclopedia que diga cómo ser papá o mamá. Sin embargo, se han hecho estudios de todo tipo, pero al final todos llegan a un mismo camino el cual depende mucho del entorno familiar. Por lo tanto, cualquier padre sabe de ante mano que es difícil su educación.

Existen muchas maneras de describir situaciones que al final del día es lo mismo. Un ejemplo de ello siendo uno de los más comunes dentro de los hogares mexicanos; es cuando la mamá se encuentra bastante atareada con el quehacer cotidiano, barrer la casa, arreglar los cuartos, elaborar la comida, entre muchos otros más.

            Siempre se tiene a un hijo menor de edad en casa que todavía no cumple los requisitos para entrar al kínder o jardín de niños, siendo en estas situaciones más comunes en donde a todo niño o niña se le puede antojar comerse un dulce.

            Dado que la mamá considera que no son horas adecuadas para que el hijo consuma el dulce requerido, le niega el antojo y comienza el consecuente berrinche.            En un principio, la madre ignora los lloriqueos y gritos del pequeño, pero conforme se va incrementando su comportamiento de exigencia en forma inadecuada, ella misma comienza a alterarse emocionalmente, porque la conducta del menor de edad ya no consiste únicamente de llanto y la exigencia.  Sino que ahora ha arremetido a puntapiés contra la mesa de la sala, o cualquier otro mueble colocando en franco peligro los objetos o adornos.

            La madre le ha reprendido con palabras fuertes y violentas, pero la conducta inadecuada del niño no sólo no termina, sino que ahora se ha transformado en peligrosa por su actitud destructora. Ante la circunstancia y con el deseo vehemente de que tal acontecimiento termine de una vez por todas, la madre toma los dulces y se los coloca en la boca al goloso infante.

            Como es de saber por lógica, no es físicamente posible deglutir y llorar al mismo tiempo. Por lo tanto, la conducta de berrinche del hijo cesa por completo y el niño desvía su atención a saborear el preciado objeto que se encuentra en su boca.

            ¿Qué piensa el lector que hará el hijo y su madre cuando vuelva a repetirse las circunstancias anteriores?: ¡Exacto!

            Cuando el niño vuelva a tener antojo de un dulce, tanto él como su madre tendrán a comportarse casi de igual forma que en la situación antes descrita. El niño aprendió como obtener lo que desea y la madre aprendió como terminar con una conducta que considera incorrecta.

            Ante esta situación que fue solo un ejemplo de muchos de los que pudiera suceder dentro de miles de hogares mexicanas, es que el problema consiste en calificar si ésta forma de educar es la más conveniente para el desarrollo de ambas personas.

            Con las probables excepciones, habría consenso en aceptar que de ninguna manera esta forma de preceder es la más adecuada en un ambiente educativo familiar.

            Lo anterior viene al caso porque en los tiempos actuales la conducta educativa de los padres ha sido uno de los objetivos sociales que más han recibido atención en los medios de comunicación, redes sociales, en el ámbito religioso, en las escuelas, en los comentarios de especialistas y hasta en las reuniones de recreación y esparcimiento. De ahí la pregunta que todo padre y con justa razón se harían: ¿Cuál es la forma correcta de educar a los hijos?

            La pregunta tiene un amplio espectro de respuestas. Una desde los antecedentes familiares hasta las expectativas propias de quienes son los directamente responsables de la formación de sus descendientes. Sin embargo, existen aspectos del comportamiento que son inherentes a los seres humanos independientemente de sus orígenes, su cultura, su nivel socioeconómico y sus expectativas, entre otras variables.

            Sin que se pretenda establecer un análogo a las recetas de cocina o a las prescripciones médicas, los aspectos siguientes pueden ser muy útiles a la hora de reflexionar sobre la educación de los hijos.

            Independencia: Los hijos son de los padres. Aunque engendrados por ellos, los hijos son personas físicamente independientes con capacidades y habilidades propias, con sentimientos y proceso de razonamiento originales de acuerdo con su edad y desarrollo. Siendo así, la percepción paterna debe enfocarse en el cómo ayudarles a crecer armoniosamente para que logren satisfactoriamente sus metas. La imposición arbitraria, sin más ni más, es un obstáculo que les frene en su desenvolvimiento físico y social.

            Control: Este es el tema más difícil de abordar en el análisis familiar. Aunque exista conciencia de que los hijos no son propiedad de los padres, como lo puede ser los objetos de la casa, la actitud sobre el control de las personas que conviven en ella frecuentemente transforma las relaciones familiares en una lucha sin cuartel, para hacer que predomine una forma de comportarse en vez de otra.

            Estas dos variables en la actualidad son la carencia de muchas familias en la actualidad en donde confunden la modernidad con el pretender endosar la educación de los hijos a las instituciones educativas. Lo mismo sucede el querer hacer responsables al gobierno o cualquier institución gubernamental. Pero la verdad es que los hijos son el reflejo de lo que aprenden en casa. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018) www.intersip.org