Acuerdo en Washington, solo un respiro en medio de la crisis

La Habana (PL) Un acuerdo político entre demócratas y republicanos, que permitió reabrir el gobierno federal, se logró después de 16 días de parálisis en el Congreso de Estados Unidos aunque esto solo significa algo de oxígeno en medio de la crisis.

Los legisladores de ambos bandos sellaron el pacto a pocas horas de expirar el plazo fijado por el Departamento de Tesoro (17 de octubre) para que el país cayera en el temido default o moratoria.

Todo, bajo la amenaza, además, de volver a repetir la película de 2011, cuando fue rebajada la calificación crediticia triple A ante la incertidumbre que creó en los mercados internacionales un debate similar.

El propio presidente Barack Obama, criticó el espectáculo que dio el país al mundo durante estas más de dos semanas del llamado shutdown (apagón), el cual, según estimados, costaría unos 24 mil millones de dólares a la mayor economía global.

Un informe de la agencia de calificación Standard & Poor’s reveló por su parte que este cierre dejó pérdidas de mil 500 millones de dólares diarios e implicará una caída de seis décimas al crecimiento estimado de la economía estadounidense para el cuarto trimestre del actual año.

Otro reporte de la consultora Macroeconomic Advisers advirtió que las crisis fiscales, norma en el país desde 2010, cuando los republicanos tomaron el control de Cámara de Representantes, han restado cerca del uno por ciento a la tasa de crecimiento en el más reciente trienio.

En la ley de 35 páginas rubricada tras el acuerdo contrarreloj se permiten efectuar gastos presupuestarios de forma temporal hasta el 15 de enero, por lo que reabrieron las oficinas cerradas desde el 1 de octubre y se elevó el techo de deuda lo suficiente como para pagar las obligaciones del gobierno hasta el 7 de febrero.

También se le añadió un punto a la reforma sanitaria, en el cual se obliga verificar los ingresos de los individuos que piden subsidios públicos para cotizar sus seguros privados y crea un supercomité bipartidista de ambas Cámaras del Congreso a fin de resolver hasta el 13 de diciembre el asunto del gasto a largo plazo.

La ley fue avalada por el Senado (81-18) y la Cámara de Representantes (285-144).

Con la promulgación de la medida, el Estado pagará a 800 mil empleados que estaban en sus casas sin recibir sueldo desde el pasado día 1 de octubre, cuando entró en vigor el cierre parcial del Ejecutivo.

Más de 300 lugares públicos vuelven a la normalidad y será posible mantener los servicios sociales de salud, de seguridad social y alimentación que benefician a millones de niños, mujeres embarazadas, ancianos y veteranos de guerra.

Entendidos en la materia argumentan que lo ocurrido en Washington es apenas una solución temporal, la cual no resuelve en lo más mínimo tópicos fundamentales de gasto y déficit que dividen a los políticos de los dos principales partidos.

Para Obama, esta coyuntura de cierre gubernamental causó un daño innecesario a Estados Unidos y lamentó que haya que resolver los problemas domésticos de crisis en crisis.

Algunos analistas opinan que los republicanos -a la luz de lo acontecido, los claros perdedores en la batalla del shutdown- optarán por cambiar de estrategia.

Incluso, así lo reconoció el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, contrariado por no haber ganado en la lucha por lo que consideró «una buena causa».

El costo político está por ver, pero en lo inmediato las encuestas revelan que los ciudadanos culpan mayoritariamente al partido conservador del desastre de los últimos días y el Obamacare salió fortalecido en los números de los sondeos gracias a la postura del partido rojo.

NBC News y The Wall Street Journal revelaron en una encuesta que la popularidad del Partido Republicano se hundió a un nivel récord, y un 70 por ciento expresó que los republicanos del Congreso estaban anteponiendo su propia agenda a los intereses del país.

También aumentó la animadversión contra el Tea Party: un 47 por ciento dijo tener sentimientos negativos hacia esa agrupación.

De igual forma, un tanteo de Pew Research destacó que «un récord del 74 por ciento de los votantes registrados dicen actualmente que la mayoría de los miembros del Congreso no deberían ser reelegidos en 2014».

«La mayor parte de la culpa del camino equivocado que hemos tomado en política económica recae en los extremistas y extorsionistas que controlan la Cámara de Representantes», sostuvo el economista Paul Krugman en alusión al Tea Party, el ala más conservadora de los republicanos.

Mientras Obama ha reiterado que si a sus adversarios «no les gusta una política en particular o un presidente en particular, entonces argumenten a favor de su posición y ganen una elección».

Benjamin Wittes, experto de Brookings Institution, describió el panorama en el Congreso como un peligro mayor para la seguridad nacional que Al-Qaeda.

«No solemos referirnos al Congreso como lo que realmente es a estas alturas: el peligro más claro y más actual para la seguridad nacional de Estados Unidos», apostilló Wittes.

El diario conservador The Wall Street Journal lanzó un editorial en el cual afirmó que los republicanos eligieron un objetivo que no podían alcanzar para tratar de desfinanciar el plan de salud de Obama desde una de las Cámaras.

«Y después eligieron un método políticamente insostenible, insistiendo en una prolongada parálisis y amenazando con hacer volar todo por el techo de la deuda».

El senador John McCain asumió que sus correligionarios tienen que «admitir que perdimos esta batalla (…) no podríamos ganar porque exigíamos algo que no era posible».

Entretanto, uno de los rostros más visibles de este desastre es el senador Ted Cruz, a quien las encuestas de Pew, Gallup, Fox News y Quinnipiac apuntan con estadísticas que tocan fondo.

Sin embargo, otros observadores opinan que esta ha sido una batalla de «perder-perder» para ambos partidos; así lo confirmó la directora de sondeos de CNN, Keating Holland, pues «parece que la culpa está repartida entre todos y que ambas partes están siendo perjudicadas por el cierre».

La televisora hizo un tanteo a inicios de octubre, donde 63 por ciento de los entrevistados rechazó la conducta de los republicanos, pero 53 por ciento fustigó al presidente demócrata, para quien «no es ninguna sorpresa que el pueblo americano esté completamente harto de Washington».

En tono de lamento el secretario del Tesoro, Jack Lew, recordó que su país es el «ancla del sistema financiero mundial» y el lugar al cual acuden los inversores cuando aumenta el riesgo global, e insistió en que «no se puede poner en juego esa reputación».

Por lo pronto, el enfrentamiento fiscal 2013 fue algo desastroso, especialmente para los republicanos, aseguró el diario The Hill, avezado en asuntos legislativos.

Obama pretende pasar la página. Poco después de rubricar la ley para reabrir el gobierno y extender el límite de la deuda, fijó como prioridades en los próximos meses aprobar la reforma migratoria que abra la vía a la legalización de más de 11 millones de inmigrantes sin papeles.

Además, pretende acordar con los republicanos un plan para reducir la deuda e incentivar el crecimiento, y adoptar una ley agraria que lleva meses empantanada en el Congreso.

De momento, es cierto, Estados Unidos esquiva la suspensión de pagos, los funcionarios volvieron al trabajo y el Obamacare se mantiene sin cambios sustanciales.

Pero la guerra en Washington no ha terminado, esta es solo la pausa ante lo que sobrevendrá en enero.

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