Julian Santiesteban

A tiro de piedra: ¿Cambio o transición?

¡Ay de los pueblos gobernados por un Poder que 

 ha de pensar en la conservación propia! 

Jaime Luciano Balmes 

Por Julian Santiesteban 

Con la “benevolencia” discursiva mostrada por las diferentes fracciones y representaciones parlamentarias de la XVII Legislatura quintanarroense, el pasado viernes 09 de septiembre, sobre el sexto y último informe de resultados, presentado por el gobernador Carlos Joaquín González, la conclusión general más lapidaria –si acaso puede considerarse así-, es que el gobierno que concluye el 25 de septiembre fue de “transición” y no de “cambio” como, afirmaron, se autoproclamó. Habría que decir, sin embargo, que en el imaginario colectivo ha quedado la impresión que las diferentes posturas, más que un análisis hacia atrás, se esgrimieron desde ahora justificaciones hacia adelante, para con la administración que está apenas por iniciar. 

Desde la óptica del renovado Poder Legislativo, con mayoría de integrantes de la Cuarta Transformación Republicana (4T) y, de representaciones partidistas que a partir de finales del presente mes serán formalmente “opositoras”, hay pendientes y omisiones en temas que –en estricta neutralidad- resultan evidentes: Seguridad, escaso desarrollo de la zona sur quintanarroense, asimetría en crecimiento económico entre las diferentes regiones estatales, amplias zonas de marginación y temas de coyuntura no atendidos como los relativos a la atención de grupos sociales minoritarios. Es decir, todos aquellos que no son sólo atribuibles a la saliente administración, sino que constituyen el cúmulo de pendientes nacionales que no terminan de reducir los diferentes esquemas de marginación, a pesar de los exitosos –electoralmente hablando- programas sociales presidenciales. 

Desfachatado e injusto, tal vez, fue el posicionamiento del Partido Acción Nacional (PAN), que en voz de su única legisladora, presentó en la tribuna legislativa una especie de crítica que, tal vez si se hubiera presentado a mitad de la administración, alguna valía política habría tenido, pero que en el momento actual no sirve ni como “arrepentimiento” por haber postulado al ahora mandatario saliente, pues el grupo en control de la “franquicia” se caracterizó más por el “llenado de alforjas” que por la consolidación de una clase política que, con un mínimo de compromiso con los gobernados, hubiera presentado competidores más dignos en las cuatro elecciones por las que de manera testimonial atravesaron. La “ola morenista” es arrasadora, ciertamente, pero los “panredistas” se dedicaron a administrar su abundancia, en el entendimiento de que el fortuito triunfo de 2016 muy probablemente no se repetirá en generaciones. 

Hubo también posturas inexplicables, que hicieron referencia a gobiernos oligárquicos y familias en control del poder político, cuando sus reprobadores son parte de las mismas; alusiones a viejas prácticas por erradicar, siendo que algunos de los que ahora disfrutarán del mullido curul han vivido de ellas. En fin que, los que debieron ser críticos, intentaron “neutralidad” y los aun integrantes del régimen pretendieron erigirse como independientes.  

Que no hubo cambio, dijeron, que este llegará apenas con la 4T; que es comprensible que queden muchos pendientes y haya pocos avances porque el tiempo en el gobierno no alcanza ¿acaso notarían que con esas posturas exculpan no sólo a los salientes, sino también a las siete anteriores administraciones estatales? ¿Con ese “salvoconducto” hacia el futuro, notan acaso que colocan al gobierno que aún no inicia, como uno muy parecido a los que han prometido “el oro y el moro” cuando se busca el sufragio, pero ya en el poder, sus decisiones están en función de lo que más convenga al régimen y no a los gobernados?   

Y no es que se pretenda anteponer el conflicto y la diatriba a la cooperación, concordia y armonía para gobernar, pero tampoco la ausencia de la indispensable revisión para la mejora en la “cosa pública.” Un principio básico de la administración pública, parafraseando al matemático británico Lord Kelvin, es que “Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre.” Así pues, aun considerando que al sexenio le quedan, a partir de este lunes, exactamente dos semanas para concluir y de que, difícilmente habrá comparecencias para revisar lo informado, podemos desde ahora concluir que dichos ejercicios no tendrían ninguna utilidad pública y razón para su realización; como si tales ejercicios no hubieran ya dado muestra histórica de su inutilidad. El cambio no fue apenas viene, dijeron, pero ya veremos. 

COMENTARIO MORBOSO 

Y a propósito de informes, esta semana se realizarán los de los once municipios de Quintana Roo. En los discursos, seguramente escucharemos las referencias al pasado, el autoelogio de haber ordenado las diferentes administraciones, los “ajustes de cuentas” en curso y los renovados, pero reiterados, compromisos por atender las necesidades apremiantes de la población; ¿pero en dónde puede presumirse la eficiencia administrativa, la planeación estratégica, una verdadera cercanía con los gobernados? ¿Cuántos pueden anteponer los resultados de este periodo, sin la evidente protección de poderes fácticos? Parece que, en la mayoría no se han entendido ni acusan de recibido los mensajes sociales, parece que no se tiene la certeza de que los ayuntamientos son el primer nivel de gobierno y que las necesidades demandan mucho más que operadores políticos que piensan permanentemente en el próximo proceso electoral. 

Reconocimiento al futuro gobierno, promesas de futura coordinación administrativa; pero ¿y la atención del día a día? Si a una administración estatal le falta tiempo para cumplir, los presidentes y presidentas municipales tienen mucho menos. En 2024 acudirán de nuevo a pedirles el voto a los quintanarroenses; ¿acaso el bienestar seguirá siendo una esperanza futura? En este primer informe, conoceremos el talante de quienes, más pronto que tarde, estarán en la disyuntiva de concretar lo que inicien, o pierdan la oportunidad de cumplir las promesas de siempre; pero evaluemos desde ahora, porque, esa, es una responsabilidad entera de quienes los ratificarán –o no- en las urnas; así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima. 

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